miércoles, 19 de octubre de 2011

Por una democracia constitucional

Parece un cartita intrascendente, una lista de buenos deseos, un desplegado más de los abajofirmantes de siempre... O puede ser interpretado como una forma de presión por parte de algunos de los aspirantes a la presidencia para convencer a sus actuales oponentes de que es mejor unirse y formar una coalición (con alguno de los firmantes como candidato)... o en un sentido menos ambicioso, un intento de meter el tema de las alianzas políticas y coaliciones electorales en el debate de los medios y los ciudadanos sobre las elecciones de 2012, para ver si el público está receptivo y la idea "pega" entre los opinadores profesionales... Pienso que es mucho más que eso y sospecho que los firmantes se animaron a compartir el desplegado con sus rivales políticos porque tienen sospechas muy parecidas a las mías, me explico:

Desde la óptica de los fieles convencidos de algún partido o candidato este desplegado o cualquier pacto, alianza, acuerdo o lo que pudiera derivar de él carece de sentido, porque para un convencido los problemas del país, la ausencia de acuerdos, de acciones, de reformas y de soluciones es absolutamente responsabilidad de los oponentes, mientras que todo lo que hace y piensa o propone hacer (o dejar de hacer) su partido sería una casi mágica solución para la pobreza, el desempleo, el estancamiento, la violencia, el rezago educativo, etc.

Pero lo cierto es, si lo vemos desde fuera de los muros de la política, que la actual falta de soluciones y  la agudización de nuestros problemas deriva de una excesiva ambición y egoísmo en nuestras fuerzas políticas, que ha llevado a que se bloquee cualquier iniciativa o propuesta que presente el oponente aunque en su fondo se comparta y hasta se presente una similar para el adversario se vengue bloqueándola también, por mucho que se parezca a la suya.

La última vez que las distintas fuerzas políticas en México estuvieron de acuerdo en algo fue cuando hicieron la Reforma Electoral de 2007-2008 y cambiaron al Consejo General del IFE, lo cual no fue sino un acuerdo sobre las reglas para competir por el poder político y repartírselo de manera civilizada tras la experiencia electoral de 2006. Antes de ese acuerdo hubo otro en 1996, también electoral y también concentrado en los temas de la competencia política y el reparto del poder.

Parece que el reparto del poder es el único asunto sobre el cual tienen suficiente interés para llegar aun acuerdo. No hay suficientes incentivos para que los distintos partidos se pongan de acuerdo en materia laboral, económica, educativa, científica... lo que es peor, ni siquiera se ponen en acuerdo en que esos temas sean un problema: para los priístas las leyes laborales están perfectas tal y como ellos las hicieron hace siete décadas, para los panistas la sobre-tributación de las clases medias parece no existir y para los perredistas el problema de la inseguridad pública parece un invento del presidente (y antes vivíamos en un paraíso); de igual menara, mientras a los priístas les obsesionan los tabúes de la reelección y el nacionalismo, el PAN evita hablar o pensar en promover la ciencia y la cultura, en tanto que el PRD considera que el matrimonio entre personas del mismo género es una prioridad nacional por encima de, digamos, la necesidad de modernizar los servicios educativos y de salud para que cuesten menos y produzcan más.

El desplegado anticipa la posibilidad de discutir y tratar de establecer cuáles serán los temas que considerarán problemas, que considerarán prioritario y que considerarán atendibles para considerar su solución. ¿Eso es poca cosa? No; se están comprometiendo a trabajar para lo que se les paga y no para lo que esperan sus élites partidarias.

Un desplegado como este y acuerdos como los que propone son indispensables en un momento en el que los gobernantes ya sólo parecen atender sus temas de preferencia personal o política pro encima de cualquier consideración comunitaria. Y tiene una virtud mayor: reconoce que ver las cosas así nos dejó en este estancamiento en el que ya llevamos dos décadas.

Supongamos, por un momento, que a los firmantes del desplegado no les mueve otro afán que la ambición de gobernar este país. Este país no podrá ser gobernado de nuevo sin la coordinación entre las fuerzas que ahora son antagonistas. Mas aún, en este desplegado reconocen que si no existen algunos acuerdos elementales de civilidad durante el proceso electoral y una elemental idea en común acerca de la problemática nacional y los medios para resolverla quedará muy poco país para gobernar.

¿Dramático? Mucho.

En Nueva York, Londres y Madrid las gente toma las calles para exigir que gobiernen para todos y nos sólo para sus patrocinadores. Las empresas bursátiles especulan con los ahorros de cuentahabientes y trabajadores a los que endosan sus pérdidas mientras ellos se reservan las ganancias. Allá los ciudadanos comunes están definiendo sus prioridades y presionan para ser escuchados. En México la inseguridad, el desempleo, la inexistente calidad en la educación que imparte la SEP, entre ortos problemas, están ahogando nuestro presente y neutro futuro mientras los legisladores viajan por el mundo, negocian una nueva reforma política y tratan de dominar al árbitro electoral aunque eso cause la muerte de una institución. ¿Esperan que nada suceda?

Hace falta un poco de materia gris, hace falta gobernar con el hemisferio derecho y hace falta ser gobernados con ese mismo hemisferio. El desplegado no es una panacea, pero es una esperanza.:

Este es el desplegado "Por una democracia constitucional" que copio de la página de Sergio Aguayo Quezada:



"Quienes suscribimos este manifiesto tenemos distintas posiciones políticas y 
doctrinarias pero compartimos una firme decisión: consolidar la democracia 
constitucional en México para dar respuestas a las exigencias de justicia, equidad, 
desarrollo y seguridad.
En una democracia las ideas políticas nos hacen diferentes pero no nos hacen 
enemigos.  
Hemos construido el pluralismo democrático en el Congreso pero no en el gobierno. 
Debemos dar los pasos que faltan para superar esta contradicción y consolidar nuestra 
democracia constitucional.
El ejercicio del poder en la pluralidad implica la cooperación de las fuerzas políticas.
El Estado constitucional es un orden de libertades para los gobernados y de 
responsabilidades para los gobernantes.
Para consolidar la democracia constitucional es necesario que el Congreso y el gobierno 
funcionen de manera armoniosa.
Es necesaria una interlocución permanente y constructiva entre el Congreso y el
gobierno, porque ambos son órganos de la soberanía popular.
Queremos un sistema político que haga compatibles las diferencias propias de una 
democracia y las conductas cooperativas propias de una república.
El programa de gobierno debe contar con apoyo mayoritario de los representantes de la 
Nación.
Si ningún partido dispone de mayoría en la presidencia y en el Congreso, se requiere 
una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y 
controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban.
(Firman)
Sergio Aguayo
Jorge Alcocer
Daniel Barceló
Agustín Basave
Ricardo Becerra
Manlio Fabio Beltrones
Manuel Camacho Solís
Miguel Carbonell
Jaime Cárdenas
Cuauhtémoc Cárdenas
Lázaro Cárdenas Batel
Diódoro Carrasco
María Amparo CasarRolando Cordera
Lorenzo Córdova
Javier Corral
Santiago Creel
José Antonio Crespo
Gabino Cué
Denise Dresser
Marcelo Ebrard
Juan Ramón de la Fuente
Carlos Fuentes
Xóchitl Gálvez
Arturo González Cosío
José González Morfín
Miguel Ángel Granados Chapa
Pedro Joaquín Coldwell
Francisco Labastida Ochoa
Fernando Lerdo de Tejada
Sergio López Ayllón
Mario López Valdez
Luis Martínez
Patricia Mercado
Mauricio Merino
Jorge Montaño
Carlos Navarrete
Arturo Núñez
Francisco José Paoli
Federico Reyes Heroles
Armando Ríos Piter
Ernesto Ruffo Appel
Pedro Salazar
Diego Valadés
Jorge Volpi
José Woldenberg"

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