jueves, 30 de abril de 2015
Infografía: A propósito del día del trabajo
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miércoles, 29 de abril de 2015
Los triunfadores van en bicicleta 6
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martes, 28 de abril de 2015
Dia del Niño en México. De las declaraciones a la realidad
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sábado, 25 de abril de 2015
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jueves, 23 de abril de 2015
Infografía: Día del libro
En el día del libro, todos hablan de lectura y celebran al libro en papel.
Pero el libro digital es revolucionario y tiene mucho futuro. Aquí una infografía (Clic necesario)
Otros textos sobre libros y lectura en este Blog:
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lunes, 20 de abril de 2015
Retratos de familia 2. Enrique Peña Nieto
Cuando fue candidato, se repetía hasta el cansancio que era un producto bien presentado, pero vacío. Un hombre relativamente joven, bien parecido, recién casado con una guapa "actriz", exitoso, mundano, directo y, por si fuera poco, padre de una fotogénica familia. Con fotos bonitas y frases que parecían inteligentes, Enrique Peña Nieto ganó la presidencia.
Esos bellos retratos familiares siempre son incompletos. Dos hijas jóvenes y atractivas, junto a un adolescente que se parece a su padre, desde 2012 son acompañados por cuatro mujeres más, tres adolescentes y una niña, todas ellas hijas de Angélica Rivera, "La Gaviota", "La Primera Dama", "La Señora de la Casa". Pero siempre faltan por lo menos dos hijos que Peña reconoció después de que se hicieron públicas fotografías y declaraciones de las madres.
Hay en todo ello un tufo a telenovela mexicana o a película de hace medio siglo. Todo Peña Nieto me recuerda a esos personajes de Mad Men o Dallas; exitosos, envaselinados, doblemoralistas y misóginos. hasta el estilo de gobernar del Presidente, intentando comprar o callar a la prensa, intentando dirigir un país con leyes y decretos, hace pensar que estuvo guardado medio siglo en una cápsula del tiempo.
Como sea... Peña Nieto ahora es el jefe de una familia numerosa (seis hijas y un hijo, además de la señora de la casa), y reconoce dos hijos más, aunque los mantiene lejos de la atención pública. Las frases para referirse a ellos y las circunstancias, también parecen sacados de un viejo drama: los hijos "ilegítimos", los "fuera de matrimonio", aunque al menos uno de ellos fuera procreado cuando Don Enrique no tenía esposa (la primera había muerto y todavía no se casaba con la segunda). No dudo que muchos mexicanos quieran parecerse al presidente pero, ¿Que clase de mexicanos son esos?
En realidad carece de importancia cuántos hijos tenga el Presidente y con cuantas mujeres. Su vestusta ideología le permite, o le exige tener muchos hijos, una esposa purísima y al menos una "amante" (¡Como en una serie de hace cinco décadas!). Lo que importa es que para Peña Nieto hay hijos de primera e hijos de segunda.
Los hijos de primera aparecen en las páginas de sociales, viajan con él por el mundo y asisten a los actos oficiales. Los hijos de segunda son un secreto público. Sabemos que existen porque las madres reclamaron su reconocimiento o una mayor pensión. ¿Habrá hijos de tercera, que carezcan de cualquier reconocimiento?
Lo importante es ¿Cuando un hombre tiene hijos de primera y segunda como podemos esperar que no vea a la gente que gobierna como mexicanos de primera y de segunda?
¿Cómo se pueden resolver los problemas y desafíos del siglo 21 con las ideas, la moral, los métodos y la cosmovisión de 1950?
Esos bellos retratos familiares siempre son incompletos. Dos hijas jóvenes y atractivas, junto a un adolescente que se parece a su padre, desde 2012 son acompañados por cuatro mujeres más, tres adolescentes y una niña, todas ellas hijas de Angélica Rivera, "La Gaviota", "La Primera Dama", "La Señora de la Casa". Pero siempre faltan por lo menos dos hijos que Peña reconoció después de que se hicieron públicas fotografías y declaraciones de las madres.
Hay en todo ello un tufo a telenovela mexicana o a película de hace medio siglo. Todo Peña Nieto me recuerda a esos personajes de Mad Men o Dallas; exitosos, envaselinados, doblemoralistas y misóginos. hasta el estilo de gobernar del Presidente, intentando comprar o callar a la prensa, intentando dirigir un país con leyes y decretos, hace pensar que estuvo guardado medio siglo en una cápsula del tiempo.
Como sea... Peña Nieto ahora es el jefe de una familia numerosa (seis hijas y un hijo, además de la señora de la casa), y reconoce dos hijos más, aunque los mantiene lejos de la atención pública. Las frases para referirse a ellos y las circunstancias, también parecen sacados de un viejo drama: los hijos "ilegítimos", los "fuera de matrimonio", aunque al menos uno de ellos fuera procreado cuando Don Enrique no tenía esposa (la primera había muerto y todavía no se casaba con la segunda). No dudo que muchos mexicanos quieran parecerse al presidente pero, ¿Que clase de mexicanos son esos?
En realidad carece de importancia cuántos hijos tenga el Presidente y con cuantas mujeres. Su vestusta ideología le permite, o le exige tener muchos hijos, una esposa purísima y al menos una "amante" (¡Como en una serie de hace cinco décadas!). Lo que importa es que para Peña Nieto hay hijos de primera e hijos de segunda.
Los hijos de primera aparecen en las páginas de sociales, viajan con él por el mundo y asisten a los actos oficiales. Los hijos de segunda son un secreto público. Sabemos que existen porque las madres reclamaron su reconocimiento o una mayor pensión. ¿Habrá hijos de tercera, que carezcan de cualquier reconocimiento?
Lo importante es ¿Cuando un hombre tiene hijos de primera y segunda como podemos esperar que no vea a la gente que gobierna como mexicanos de primera y de segunda?
¿Cómo se pueden resolver los problemas y desafíos del siglo 21 con las ideas, la moral, los métodos y la cosmovisión de 1950?
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viernes, 17 de abril de 2015
Retratos de familia 1. Las campañas
Cada tres años, los candidatos a diputados aparecen con sus hijos en actos públicos en los que prometen que impulsarán la educación, combatirán corrupción y vigilarán las manos del presidente. Cada seis años, los candidatos a presidente recorren el país acompañados por la esposa en turno, mientras prometen que pondrán al Congreso a trabajar, despedirán a los funcionarios ociosos y harán que todo cambie.
Los estrategas de campaña saben que la mente de los electores está cansada de promesas vanas, pero también saben que el corazón no se cansa y por eso atacan a través de las emociones. Las emociones no mueven, pero conmueven y los retratos de familia emocionan.
Los retratos de familia pueden humanizar a cualquier candidato. Por eso los políticos se venden como hombres y mujeres de familia
"Me llamo Nepoticio Hurtado, soy padre de tres hijos y Doctor en Derecho..."
"Mi nombre es Hurtencia de la Garza García-Corcuera Reyes-Reynoso, soy madre de ocho hermosos hijos y empresaria..."
"Soy Prepotencio Gordínez, padre de 6 hijos, sindicalista de toda la vida y amante de la cumbia..."
"Me llamo Zoila Quederrochará, soy jefa de familia, feminista y orgullosa tamaulipeca (o mexiquense, o veracruzana)..."
A continuación, el candidato en turno asegura que que como padre o madre de familia tiene una gran preocupación por el futuro de sus hijos, la calidad de la educación y la seguridad en las calles además de vivir con el terror de que de que sus hijos no puedan encontrar un buen empleo, o caigan en las garras de las drogas (¿Por que "las drogas" siempre tienen garras y nunca tentáculos, aletas o pezuñas?).
Sin embargo, elección tras elección, quienes buscan el voto llegan al poder y se preocupan más por aumentar el presupuesto familiar, mientras repiten cargos públicos entre parientes y votan iniciativas que tienen que ver con cualquier cosa, menos el bienestar de las familias. ¿No decían que estaban muy preocupados por la educación, la seguridad y la salud de sus hijos?
La explicación es sencilla. En realidad sí estaban preocupados por la educación, la salud y la seguridad de SUS hijos, no por la educación, la salud y la seguridad de los tuyos.
Los candidatos saben que el ciudadano prefiere votar por quien comparte sus valores y preocupaciones o, más fácil, aparenta compartirlos. Los candidatos simplemente explotan esa característica: hacen creer al votante promedio que pueden confiar en ellos por que son personas comunes, sencillas y de fiar. Personalmente, he conocido muchos políticos de fiar, pero ninguno es persona común. para empezar, es muy difícil que una persona común tenga los contactos familiares, profesionales y económicos que interesan a los dirigentes partidistas, atraen a los grandes patrocinadores e impresionan a las revistas de corazón.
Por eso una vez que ganan la elección, se cambian a una casa más grande, compran un auto más grande (o más blindado que el anterior), cambian a los hijos a una escuela más cara y si les gusta la política se aseguran de que queden bien colocados (como candidatos claro) Juniorcracia, le llaman.
Curiosamente, no es raro que la gente dedicada a la política se divorcie y cambie a la esposa por un modelo más reciente. Al parecer, les importa tanto la familia que tienen varias. Y una vez que deben pagar pensión alimenticia a la primera familia necesitan mayores ingresos para mantener a la segunda. Además, a las revistas de corazón les encantan las fotos con bebés.
Después de todo, la mayoría de los mexicanos son gente de familia. Incluso a los bancos les duele que las familias mexicanas se apoyen tanto. Los valores familiares son tan firmes y poderosos en este país, que, en realidad, la mayoría de las personas que se decidan a la política realmente son personas de familia, parejas fieles y hasta personas honradas.
Así que el problema no es que sean gente de familia, eso es una virtud. El problema tampoco es que tengan once hijos o tres esposas. El problema es que usan esas bellas fotos de familia, con el discurso de los padres responsables y la "gente normal" para engañar a los electores.
Pues una cosa es que a los candidatos les importe su familia y otra que les importe tu familia. Si les importaran las demás familias, además de la propia, las cosas empezarían a cambiar.
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jueves, 16 de abril de 2015
Job
"Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo volveré allí.
El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el nombre del Señor!"
y desnudo volveré allí.
El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó:
¡bendito sea el nombre del Señor!"
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miércoles, 15 de abril de 2015
Los irreductibles
Los irreductibles
Los irreductibles callan.
El dogma es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los irreductibles no buscan,
los irreductibles son los que no abandonan,
son los que no cambian, los que no olvidan.
Su corazón les dice que son portadores de la verdad única,
ya les fue revelada, no la buscan.
Los irreductibles citan como locos
El dogma es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los irreductibles no buscan,
los irreductibles son los que no abandonan,
son los que no cambian, los que no olvidan.
Su corazón les dice que son portadores de la verdad única,
ya les fue revelada, no la buscan.
Los irreductibles citan como locos
citan a Marx, a Freud, a Rosa
Luxemburgo
porque están solos, solos, solos,
discutiendo a cada rato,
llorando porque no salvan al mundo.
Les preocupa el pecado, la culpa, ese engaño del demonio
porque están solos, solos, solos,
discutiendo a cada rato,
llorando porque no salvan al mundo.
Les preocupa el pecado, la culpa, ese engaño del demonio
que son los dinosaurios.
Los irreductibles
reaccionan al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están condenando,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
esperan ser reconocidos por su intachable moral
reaccionan al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están condenando,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
esperan ser reconocidos por su intachable moral
siempre esperan.
Saben que nadie los escucha.
El paraíso es la prórroga perpetua,
siempre la condición histórica siguiente, el despertar del proletariado, el fin del patriarcado.
Los irreductibles son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los irreductibles son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los irreductibles no pueden dormir
porque si se duermen el pecado invadirá al mundo, las escuelas serán laicas y la gente dejará de temer al infierno.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran profecías bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los irreductibles son locos, sólo locos,
unos viven sin Dios y otros sin diablo.
Los irreductibles salen de sus reuniones
temblorosos, hambrientos,
a cazar ateos y apóstatas; a denunciar traidores y burgueses.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que hablan de ciencia, de racionalidad, de lógica, de historia, de filosofía…
de las que creen en la tolerancia
como una lámpara de inagotable aceite.
Los irreductibles juegan a salvar el mundo,
a castigar al culpable a gobernar por siempre, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del integrismo.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los irreductibles se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la verdad única les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, repiten citas y discuten hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en El Capital,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a juicios sumarios.
Los irreductibles se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van odiando, ignorando,
la hermosa vida.
Saben que nadie los escucha.
El paraíso es la prórroga perpetua,
siempre la condición histórica siguiente, el despertar del proletariado, el fin del patriarcado.
Los irreductibles son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los irreductibles son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los irreductibles no pueden dormir
porque si se duermen el pecado invadirá al mundo, las escuelas serán laicas y la gente dejará de temer al infierno.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran profecías bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los irreductibles son locos, sólo locos,
unos viven sin Dios y otros sin diablo.
Los irreductibles salen de sus reuniones
temblorosos, hambrientos,
a cazar ateos y apóstatas; a denunciar traidores y burgueses.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que hablan de ciencia, de racionalidad, de lógica, de historia, de filosofía…
de las que creen en la tolerancia
como una lámpara de inagotable aceite.
Los irreductibles juegan a salvar el mundo,
a castigar al culpable a gobernar por siempre, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del integrismo.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los irreductibles se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la verdad única les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, repiten citas y discuten hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en El Capital,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a juicios sumarios.
Los irreductibles se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van odiando, ignorando,
la hermosa vida.
Espero que el fantasma del gran Jaime Sabines, cuya obra me enseño a amar la poesía (junto con Xavier Villaurrutia) no me atormente por hacerle esto a su poema "Los Amorosos".
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domingo, 12 de abril de 2015
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13 de abril. Día Internacional del beso
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viernes, 10 de abril de 2015
11 de abril. Día mundia del Parkinson
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jueves, 9 de abril de 2015
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miércoles, 8 de abril de 2015
Diez malas razones para NO tener hijos
Así como hay buenas o malas razones para tener hijos, hay buenas o malas razones para no tenerlos. Las malas razones se reconocen por su tinte egoísta, interesado y hasta lucrativo, mientras que las buenas razones evitan las expectativas acerca de lo que el hijo hará por los padres, para asumir una posición realista en la cual se admite que la paternidad/maternidad implica un compromiso con esfuerzo y sacrificios a largo plazo, sin retribuciones a la vista.
Tener hijos no es una buena inversión. Si a pesar de ello aún se desean, se puede segur adelante y el resultado puede ser muy satisfactorio para todos.
Así como hay razones buenas o malas para tenerlos, puede haber buenas o malas razones para no tener hijos. Las malas tienen en común que no son resultado de un análisis racional, sino que son provocadas por lo que las personas odian, lo que duele, lo que lastima, los recuerdos tristes y, en general, una pesimista visión del mundo.
Trataré de resumir esos razonamientos, pero advierto que la lobreguez puede ser contagiosa:
1. Porque "El mundo es un lugar horrible"
Guerras, hambre, tráfico de gente, esclavitud, campañas políticas, basura televisiva, violencia, calles sucias, baches, llaves que gotean, frascos con la tapa demasiado apretada, zapatos que lastiman y ácaros que viven en los tapetes.
Es un mundo sombrío y peligroso al que no debemos traer más niños.
2. Por razones ocupacionales
Es más fácil estar ocupado en uno mismo que en alguien más. Este motivo es, a primera vista egoísta, pero también es realista, pues la mayoría de quienes conciben hijos de todas maneras siguen ocupados en sí mismos.
No es lo mismo una persona, o una pareja de personas ensimismadas en sus bienestar, compromisos sociales y episodios de la telenovela, que le dan a los hijos lo que sobra de atención y tiempo, mientras tratan de compensarlo con juguetes, televisión y permisividad excesiva, que personas ensimismadas en su bienestar que no hacen daño a nadie más.
3. Por motivos religiosos
En algunos países es obligatorio que la gente practique alguna religión. En otros hay libertad de culto a escala nacional, pero no a escala familiar. Si un apareja concibe niños, pronto aparecerán los parientes para recordar los mitos inculcados desde la infancia. Si no lo bautizas/mutilas genitalmente/etc. esa pequeña alma irá al infierno. Si no lo adoctrinas desde pequeño en el prejuicio/el odio al otro/el materialismo histórico/etc. no será "uno de nosotros".
Ante la perspectiva de vivir en un entorno ansioso por hacer de los jóvenes soldados de "su causa", muchos prefieren evitar tener hijos.
4. Por motivos económicos
El Estado Benefactor llegó a su fin. Esa bonanza que durante la segunda mitad del siglo XX garantizaba que una familia podría crecer con el sustento, la vivienda, la educación, la salud y hasta el esparcimiento garantizado ya sólo es un feliz recuerdo. No hay garantías de que las nuevas personas, recién nacidas o por nacer tendrán un empleo, un hospital o un parque con juegos para crecer sanos y felices.
La variante egoísta, llega con el cálculo de que pagar un año de colegiatura cuesta lo mismo que renovar anualmente el modelo de auto, la suscripción al club deportivo, el palco en el estadio, la suscripción al spa o todo lo anterior.
5. Por motivos psicológicos
Parece mentira pero existen: no traer varones a un mundo en el que crecerán como parte de un género opresor, violento y misógino; ni traer mujeres a un mundo en el que crecerán oprimidas, acosadas y abusadas sexualmente.
Muchosmaniacos optan por no traer más gente a un mundo está lleno de psicópatas: asesinos seriales, violadores, cochistas, feminazis, derechosos, fachas, comunistas, terroristas, neolibarales, adictos al crack, policías y lo que sea que cada quien tema/odie/desprecie más.
6. Por motivos familiares
Muchos crecimos rodeados de parientes, tíos y tías, primos y primas, abuelos y abuelas, padres y madres que no paran de decir cosas como "cuando crezcas y te cases", "cuando tengas hijos" ¿Por qué todavia no tienes novio (a)?", "y tu para cuando" "ya cambiarás de opinión", "toda la gente se tiene que casar", etc. A cualquiera se le quitan las ganas de tener hijos propios.
Esos niños y niñas que en las reuniones familiares gritan, corren, empujan y rompen, mientras los padres y madres sólo beben, platican chismes y evitan hacerse cargo, tampoco ayudan a que uno quiera tener hijos propios.
7. por motivos genéticos
Hay gente que tiene terror de que un hijo les salga con seis dedos, o con tres piernas, o con algún síndrome (Down, Tourette, Meniere, Guillain-Barré, Cushin, Marfan, Asperger, Turner, etc)... o que se parezca a la familia del abuelo, que herede el alcoholismo de la tía o la homosexualidad del primo...
Hay también gente que mira al gordo calvo y borracho con el que se casó y pierde las ganas de concebir. La genética es una lotería.
8. Por motivos históricos
Este es un tema serio. Hay quien creció con una historia secreta que le dolía, creciendo junto a ella y acompañándola a todas partes. El tío o la tía que los manoseaba; el maestro o entrenador que los desvestía para mirarlos; el padre que les gritaba; la madre que los golpeaba; los hermanos mayores que los maltrataban; los padres que no paraban de pelear, discutir y meter a los hijos como argumentos o instrumentos de la pelea; el vecino que robaba, los compañeros que se burlaban...
Muchos crecen en un mundo que aman, lleno de gente que odian y prefieren que no haya otros niños que deban pasar por lo mismo.
9. Por motivos prácticos
Está demostrado que los hijos no salvan el matrimonio, antes lo ponen a prueba. Ponen a prueba la paciencia, los nervios, el temple, la inteligencia, la capacidad... así que prefieren mantener la paz en el hogar, el silencio en la casa... o simplemente admiten que no tienen idea de cómo educar, controlar y guiar de manera razonable pro el mundo a una o más nuevas personas.
Las personas pueden odiar a los niños o por lo menos reconocer que no les gustan. O pueden amarlos y desear tener algunos, pero sentirse incapaces de hacer un buen trabajo y, ante la perspectiva de hacer un pésimo trabajo (posiblemente ellos mismos se consideren el pésimo resultado de unos padres indolentes o incapaces) y prefieren dedicarse a lo que sí saben hacer.
10. Por motivos demográficos
Para muchos el mundo está sobrepoblado. El Metro va siempre lleno, la fila del Starbucks cada día es más larga, el tiempo de espera en el banco es insoportable y no pasa un elevador vacío, los taxis van ocupados, la oficina es demasiado ruidosa y francamente ya tienen demasiados parientes. La familia Godínez, Pérez, Rodríguez, Hernández o López necesita terapia grupal, no integrante más.
No paran de recordar a esos 57 compañeros de clase que sobrepasaban a la maestra, esos seis hermanos que peleaban por un lugar en el asiente trasero, en la mesa y en el día de campo, esos 44 nietos que competían por la atención de los abuelos, esos 18 vecinos que competían por salir con las hermanas del departamento 40-B; esos 18 empleados que esperan delante de uno para el asenso laboral; esos 458 mil que pelean por el mismo asiento en la Universidad; esas 233 personas que están delante en la lista de espera para el crédito del auto... hay demasiada competencia para los incompetentes.
Como decía, las malas razones para no tener hijos, se reconocen por ser pensamientos que destinan amargura, pero al menos evitan el egoísmo de quienes traen niños al mundo por algo tan absurdo como conseguir un geriatra gratuito, realizarse como mujer o demostrar lo machote que uno es.
Personalmente, prefiero las buenas razones para tenerlos o para no tenerlos, pero de eso me ocuparé otro día.
Tener hijos no es una buena inversión. Si a pesar de ello aún se desean, se puede segur adelante y el resultado puede ser muy satisfactorio para todos.
Así como hay razones buenas o malas para tenerlos, puede haber buenas o malas razones para no tener hijos. Las malas tienen en común que no son resultado de un análisis racional, sino que son provocadas por lo que las personas odian, lo que duele, lo que lastima, los recuerdos tristes y, en general, una pesimista visión del mundo.
Trataré de resumir esos razonamientos, pero advierto que la lobreguez puede ser contagiosa:
1. Porque "El mundo es un lugar horrible"
Guerras, hambre, tráfico de gente, esclavitud, campañas políticas, basura televisiva, violencia, calles sucias, baches, llaves que gotean, frascos con la tapa demasiado apretada, zapatos que lastiman y ácaros que viven en los tapetes.
Es un mundo sombrío y peligroso al que no debemos traer más niños.
2. Por razones ocupacionales
Es más fácil estar ocupado en uno mismo que en alguien más. Este motivo es, a primera vista egoísta, pero también es realista, pues la mayoría de quienes conciben hijos de todas maneras siguen ocupados en sí mismos.
No es lo mismo una persona, o una pareja de personas ensimismadas en sus bienestar, compromisos sociales y episodios de la telenovela, que le dan a los hijos lo que sobra de atención y tiempo, mientras tratan de compensarlo con juguetes, televisión y permisividad excesiva, que personas ensimismadas en su bienestar que no hacen daño a nadie más.
3. Por motivos religiosos
En algunos países es obligatorio que la gente practique alguna religión. En otros hay libertad de culto a escala nacional, pero no a escala familiar. Si un apareja concibe niños, pronto aparecerán los parientes para recordar los mitos inculcados desde la infancia. Si no lo bautizas/mutilas genitalmente/etc. esa pequeña alma irá al infierno. Si no lo adoctrinas desde pequeño en el prejuicio/el odio al otro/el materialismo histórico/etc. no será "uno de nosotros".
Ante la perspectiva de vivir en un entorno ansioso por hacer de los jóvenes soldados de "su causa", muchos prefieren evitar tener hijos.
4. Por motivos económicos
El Estado Benefactor llegó a su fin. Esa bonanza que durante la segunda mitad del siglo XX garantizaba que una familia podría crecer con el sustento, la vivienda, la educación, la salud y hasta el esparcimiento garantizado ya sólo es un feliz recuerdo. No hay garantías de que las nuevas personas, recién nacidas o por nacer tendrán un empleo, un hospital o un parque con juegos para crecer sanos y felices.
La variante egoísta, llega con el cálculo de que pagar un año de colegiatura cuesta lo mismo que renovar anualmente el modelo de auto, la suscripción al club deportivo, el palco en el estadio, la suscripción al spa o todo lo anterior.
5. Por motivos psicológicos
Parece mentira pero existen: no traer varones a un mundo en el que crecerán como parte de un género opresor, violento y misógino; ni traer mujeres a un mundo en el que crecerán oprimidas, acosadas y abusadas sexualmente.
Muchos
6. Por motivos familiares
Muchos crecimos rodeados de parientes, tíos y tías, primos y primas, abuelos y abuelas, padres y madres que no paran de decir cosas como "cuando crezcas y te cases", "cuando tengas hijos" ¿Por qué todavia no tienes novio (a)?", "y tu para cuando" "ya cambiarás de opinión", "toda la gente se tiene que casar", etc. A cualquiera se le quitan las ganas de tener hijos propios.
Esos niños y niñas que en las reuniones familiares gritan, corren, empujan y rompen, mientras los padres y madres sólo beben, platican chismes y evitan hacerse cargo, tampoco ayudan a que uno quiera tener hijos propios.
7. por motivos genéticos
Hay gente que tiene terror de que un hijo les salga con seis dedos, o con tres piernas, o con algún síndrome (Down, Tourette, Meniere, Guillain-Barré, Cushin, Marfan, Asperger, Turner, etc)... o que se parezca a la familia del abuelo, que herede el alcoholismo de la tía o la homosexualidad del primo...
Hay también gente que mira al gordo calvo y borracho con el que se casó y pierde las ganas de concebir. La genética es una lotería.
8. Por motivos históricos
Este es un tema serio. Hay quien creció con una historia secreta que le dolía, creciendo junto a ella y acompañándola a todas partes. El tío o la tía que los manoseaba; el maestro o entrenador que los desvestía para mirarlos; el padre que les gritaba; la madre que los golpeaba; los hermanos mayores que los maltrataban; los padres que no paraban de pelear, discutir y meter a los hijos como argumentos o instrumentos de la pelea; el vecino que robaba, los compañeros que se burlaban...
Muchos crecen en un mundo que aman, lleno de gente que odian y prefieren que no haya otros niños que deban pasar por lo mismo.
9. Por motivos prácticos
Está demostrado que los hijos no salvan el matrimonio, antes lo ponen a prueba. Ponen a prueba la paciencia, los nervios, el temple, la inteligencia, la capacidad... así que prefieren mantener la paz en el hogar, el silencio en la casa... o simplemente admiten que no tienen idea de cómo educar, controlar y guiar de manera razonable pro el mundo a una o más nuevas personas.
Las personas pueden odiar a los niños o por lo menos reconocer que no les gustan. O pueden amarlos y desear tener algunos, pero sentirse incapaces de hacer un buen trabajo y, ante la perspectiva de hacer un pésimo trabajo (posiblemente ellos mismos se consideren el pésimo resultado de unos padres indolentes o incapaces) y prefieren dedicarse a lo que sí saben hacer.
10. Por motivos demográficos
Para muchos el mundo está sobrepoblado. El Metro va siempre lleno, la fila del Starbucks cada día es más larga, el tiempo de espera en el banco es insoportable y no pasa un elevador vacío, los taxis van ocupados, la oficina es demasiado ruidosa y francamente ya tienen demasiados parientes. La familia Godínez, Pérez, Rodríguez, Hernández o López necesita terapia grupal, no integrante más.
No paran de recordar a esos 57 compañeros de clase que sobrepasaban a la maestra, esos seis hermanos que peleaban por un lugar en el asiente trasero, en la mesa y en el día de campo, esos 44 nietos que competían por la atención de los abuelos, esos 18 vecinos que competían por salir con las hermanas del departamento 40-B; esos 18 empleados que esperan delante de uno para el asenso laboral; esos 458 mil que pelean por el mismo asiento en la Universidad; esas 233 personas que están delante en la lista de espera para el crédito del auto... hay demasiada competencia para los incompetentes.
Como decía, las malas razones para no tener hijos, se reconocen por ser pensamientos que destinan amargura, pero al menos evitan el egoísmo de quienes traen niños al mundo por algo tan absurdo como conseguir un geriatra gratuito, realizarse como mujer o demostrar lo machote que uno es.
Personalmente, prefiero las buenas razones para tenerlos o para no tenerlos, pero de eso me ocuparé otro día.
Las pesadillas ilustraciones son de Edwad Gorey, Joshua, Mark Ryden, Ray Caesar, Amano Katan, Baltasar Balthus, Tari Nakagawa y Anton Semenov
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martes, 7 de abril de 2015
Los triunfadores van en bicicleta 5
Boris Johnson. Alcalde de Londres. Político, periodista y millonario.
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Diez buenas razones para tener hijos.
Antes comenté diez malas razones para tener hijos. No son malas porque odie a los niños o quiera que la especie humana se extinga, sino porque esas malas razones son diferentes expresiones de egoísmo. No provienen de un genuino amor por la infancia, la pareja o la familia, sino por el amor a uno mismo que hace desear que una extensión de uno mismo, un futuro cuidador o un "gancho" para que la pareja no se vaya.
Tanto los beneficios reales como los imaginarios se basan en la presunción de que los hijos le devolverán a uno el favor de darles la vida, ya sea mediante su trabajo, su compañía o su memoria (ellos me recordarán cuando muera). En general, cualquier razón que implique obtener algún beneficio personal, una contraprestación o un servicio de los hijos, lo único que puede dar son padres decepcionados e hijos infelices.
Hay otras razones más difíciles de clasificar, pero ya me ocuparé de ellas. Tampoco me olvido de aquéllas que vinculan la paternidad y maternidad a una especie de determinismo, según el cual es egoísta no cumplir con un papel socialmente asignado.. es decir, "tener hijos porque toca".
Descartemos esas tonterías. La sociedad sufrirá por unos hijos mal educados o que crecen en ambientes enfermos, pero poco o nada hará para colaborar con su educación, mantenimiento y cuidados. La pareja nada le debe a la sociedad, ni a la opinión publica, así que tener hijos o no es una decisión privada.
En esa decisión también hay buenos motivos para tener hijos. Motivos generosos, que consideran lo beneficios que pueden traer más niños o niñas a la comunidad, o tienen claro lo mucho que una paternidad responsable puede hacer por la infancia.
Para encontrar esos buenos motivos, es necesario hacer un lado cualquier posible beneficio o retribución que uno espere recibir. Tener hijos se trata de dar, de entregar, de esforzarse. La paternidad o la maternidad no son el sentido ni el propósito de la vida, y salvo por momentos, breves y significativos lo único que puede esperarse son años de sacrificio. la ciencia lo ha demostrado y también que los adultos sin hijos están más satisfechos con su vida que los adultos con hijos. Ese apasionamiento de quienes dicen que la vida sólo tiene sentido con hijos me parece sospechoso.
Prefiero a quienes los tienen por motivos realistas, o los tienen simplemente sin necesidad de andar presionando a los demás para que también los tengan, . Que es en donde se manifiesta la auténtica generosidad. Fin del rollo; hay buenas razones para tener hijos y aquí van diez:
1. Porque la vida es bella.
Mientras haya un cielo azul salpicado de nubes, dorados amaneceres y atardeceres coloridos, mientras haya flores en el campo, nieve en las montañas, perros en los jardines, amigos en las calles, cómplices en las aulas y abrazos bajo la luna, este planeta será un buen lugar para vivir en él. Y vale la pena mostrárselo a más gente. Enseñarle a cuidarlo. Dejar que lo disfruten.
2. Porque se quiere y punto.
Sin presión social, para tener o no tener. Sin preguntas estúpidas (¿Quién te recordará cuando hayas muerto?), sin amenazas idiotas (Te arrepentirás cuando seas viejo), sin augurios de subnormales (ya cambiarás de opinión), sin sentencias imbéciles (eres/son unos egoístas).
Se pueden tener hijos para ver su cara cuando llegan los Reyes Magos, para comprarles la colección de Harry Potter, o Lemony Snicket, o lo que sea que les guste leer; para ver Peppa Pig o Phineas y Ferb; para subirse al ascensor y oprimir todos lo botones.
3. Para disfrutar la alegría de verlos crecer y descubrir el mundo.
Y descubrir esos pedazos de metal que se pegan a los imanes (y todos los juegos que se pueden inventar con eso) y las piedras pómez, y los mentos con Cocacola, los cohetes de cerillo, Zelda, Sabina, Bach, Janosh, Metallica, Morricone y Mancini. Hay montones de cosas que vale la pena descubir y verlos descubrir.
4. Para crear un vínculo con ellos.
5. Para enfrentar el desafío como una aventura compartida.
Y hacer de cada vacación, cada fin de semana, cada tarea escolar, cada limpieza de la casa, una aventura. Porque hasta preparar el desayuno puede ser algo por lo que vale la pena vivir.
6. Para tener la oportunidad de preocuparse por su bienestar y educación.
7. Para hacer cosas grandes y pequeñas.
8. Para subirse al coche y salir a comer sándwiches en un bosque, o pescar, o conducir hasta la playa.
Al final, esos son los recuerdos que unen a las familias alrededor de la mesa de Navidad. Esas cenas deberían perder la solemnidad que ha terminado por convertirlas en pesadillas anuales.
9. Para enseñarles a andar en bicicleta
Y subirlos a un tren, y mirar películas en el autobús, y llevar al perro de la correa, y a usar patines, a ponerse un impermeable para no temer a la lluvia y a comer quesadillas junto a la carretera.
10. Porque vivir es bueno
Si no lo fuera ya todos nos habríamos arrojado de un puente. Pero aquí seguimos, a pesar de las campañas políticas, las campañas religiosas y las fiestas patronales (con sus malditos cuetes). Aquí seguimos porque hay más razones para quedarse que para irse. Y esas pueden ser también sus razones.
Tanto los beneficios reales como los imaginarios se basan en la presunción de que los hijos le devolverán a uno el favor de darles la vida, ya sea mediante su trabajo, su compañía o su memoria (ellos me recordarán cuando muera). En general, cualquier razón que implique obtener algún beneficio personal, una contraprestación o un servicio de los hijos, lo único que puede dar son padres decepcionados e hijos infelices.
Hay otras razones más difíciles de clasificar, pero ya me ocuparé de ellas. Tampoco me olvido de aquéllas que vinculan la paternidad y maternidad a una especie de determinismo, según el cual es egoísta no cumplir con un papel socialmente asignado.. es decir, "tener hijos porque toca".
Descartemos esas tonterías. La sociedad sufrirá por unos hijos mal educados o que crecen en ambientes enfermos, pero poco o nada hará para colaborar con su educación, mantenimiento y cuidados. La pareja nada le debe a la sociedad, ni a la opinión publica, así que tener hijos o no es una decisión privada.
En esa decisión también hay buenos motivos para tener hijos. Motivos generosos, que consideran lo beneficios que pueden traer más niños o niñas a la comunidad, o tienen claro lo mucho que una paternidad responsable puede hacer por la infancia.
Para encontrar esos buenos motivos, es necesario hacer un lado cualquier posible beneficio o retribución que uno espere recibir. Tener hijos se trata de dar, de entregar, de esforzarse. La paternidad o la maternidad no son el sentido ni el propósito de la vida, y salvo por momentos, breves y significativos lo único que puede esperarse son años de sacrificio. la ciencia lo ha demostrado y también que los adultos sin hijos están más satisfechos con su vida que los adultos con hijos. Ese apasionamiento de quienes dicen que la vida sólo tiene sentido con hijos me parece sospechoso.
Prefiero a quienes los tienen por motivos realistas, o los tienen simplemente sin necesidad de andar presionando a los demás para que también los tengan, . Que es en donde se manifiesta la auténtica generosidad. Fin del rollo; hay buenas razones para tener hijos y aquí van diez:
1. Porque la vida es bella.
Mientras haya un cielo azul salpicado de nubes, dorados amaneceres y atardeceres coloridos, mientras haya flores en el campo, nieve en las montañas, perros en los jardines, amigos en las calles, cómplices en las aulas y abrazos bajo la luna, este planeta será un buen lugar para vivir en él. Y vale la pena mostrárselo a más gente. Enseñarle a cuidarlo. Dejar que lo disfruten.
2. Porque se quiere y punto.
Sin presión social, para tener o no tener. Sin preguntas estúpidas (¿Quién te recordará cuando hayas muerto?), sin amenazas idiotas (Te arrepentirás cuando seas viejo), sin augurios de subnormales (ya cambiarás de opinión), sin sentencias imbéciles (eres/son unos egoístas).
Se pueden tener hijos para ver su cara cuando llegan los Reyes Magos, para comprarles la colección de Harry Potter, o Lemony Snicket, o lo que sea que les guste leer; para ver Peppa Pig o Phineas y Ferb; para subirse al ascensor y oprimir todos lo botones.
3. Para disfrutar la alegría de verlos crecer y descubrir el mundo.
Y descubrir esos pedazos de metal que se pegan a los imanes (y todos los juegos que se pueden inventar con eso) y las piedras pómez, y los mentos con Cocacola, los cohetes de cerillo, Zelda, Sabina, Bach, Janosh, Metallica, Morricone y Mancini. Hay montones de cosas que vale la pena descubir y verlos descubrir.
4. Para crear un vínculo con ellos.
Y ganarse su respeto, no imponerlo. Y ganarse la confianza, no exigirla. Y ganarse el amor, no reclamarlo ni suplicarlo. Y entablar con ellos esa amistad que es rara y distinta a la que se forma entre hermanos, o primos, o camaradas.
5. Para enfrentar el desafío como una aventura compartida.
Y hacer de cada vacación, cada fin de semana, cada tarea escolar, cada limpieza de la casa, una aventura. Porque hasta preparar el desayuno puede ser algo por lo que vale la pena vivir.
6. Para tener la oportunidad de preocuparse por su bienestar y educación.
Y al menos intentar hacer algo bueno en ellos: buenos ciudadanos, buenos habitantes del mundo. gente responsable, trabajadora y fuerte, que no crea que la vida es un parque de diversiones, pero tampoco que es una tragedia.
7. Para hacer cosas grandes y pequeñas.
Armar una casa para el perro, un palomar, una conejera... o hacer pompas de jabón, algodón de azúcar y malvaviscos con chocolate, manzanas con limón o pescados fritos. Hacer muchas cosas buenas y divertidas y apagar la tele para siempre (bueno, no para siempre mientras exista BBC).
8. Para subirse al coche y salir a comer sándwiches en un bosque, o pescar, o conducir hasta la playa.
Al final, esos son los recuerdos que unen a las familias alrededor de la mesa de Navidad. Esas cenas deberían perder la solemnidad que ha terminado por convertirlas en pesadillas anuales.
9. Para enseñarles a andar en bicicleta
Y subirlos a un tren, y mirar películas en el autobús, y llevar al perro de la correa, y a usar patines, a ponerse un impermeable para no temer a la lluvia y a comer quesadillas junto a la carretera.
10. Porque vivir es bueno
Si no lo fuera ya todos nos habríamos arrojado de un puente. Pero aquí seguimos, a pesar de las campañas políticas, las campañas religiosas y las fiestas patronales (con sus malditos cuetes). Aquí seguimos porque hay más razones para quedarse que para irse. Y esas pueden ser también sus razones.
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