El destino de los libros
12/03/2010 01:13:15 p.m.
El destino de los libros es cambiar: ir de la arcilla a la piel, de la piel al papiro, del papiro al pergamino; de los rollos en vasijas a los folios cosidos y de ahí a la encuadernación.
El libro se multiplicó cuando dejó de ser una copia manuscrita a una serie de páginas impresas, luego en las prensas mecánicas se hizo más fácil de reproducir y más barato, se vendió por millones en todo el mundo y llegó a una reproducción que no requiere de originales mecánicos; el autor no necesita llevar el libro al impresor, ni siquiera conocerlos, para publicar, vender, mostrar los que sabe o lo que siente a personas de todo el mundo. Pero la evolución del libro no se detiene; los libros ahora se crean en soportes digitales, se copian, se comparten y multiplican; viajan por el espacio, por los cables y podemos llevar cientos de ellos en el bolsillo, en una memoria USB.
Desde hace poco tiempo ya no es necesaria una computadora para leer libros; hay aparatos que lo hacen sencillo, ligero y fácil de transportar. Los nuevos libros no huelen, no tienen ese tacto rugoso, suave o liviano; pero se pueden comunicar con otros cientos o miles de libros, pueden llevarnos directamente a los textos, documentos o investigaciones que se citan en los pies de página; pueden mostrarnos imágenes o sugerirnos en donde encontrar esquemas, animaciones, mapas para comprender mejor lo que nos dicen. Lentamente y por medio del hipertexto, los libros se enlazan unos con otros para formar un libro inmenso.
La primera vez que vi una Torá no me pareció que ese elegante rollo de papel fuera u libro, pero lo es. Quizá lo mismo sucedió cuando la primera vez que alguien recortó las hojas escritas en forma rectangular, puso una tras otra y luego las unió por un costado; muchos se habrán reído y no creyeron que eso fuera un libro: ¿Por que guardarlo así, si en las vasijas funciona tan bien? Ahora a muchos les cuesta creer que esto que llevo pequeñas unidades de memoria sean libros; que eso que se lee en pantallas plásticas sean verdaderos libros; aún echan de menos el lomo, la pasta, los forros y el delicado aroma del papel, la tinta y el polvo.
Pero estos libros se irán como se fueron los pergaminos decorados con pan de oro y entes de ellos los rollos en vasija y antes de ellos las tablas de cera, las tablas de arcilla, la piedra. No es que los soportes previos desaparezcan, tan sólo se convierten en objetos de lujo, en magníficas obras de arte, en soportes reservados para destacar lo destacable. Cada soporte conoce su época de gloria y cuando llega uno más eficiente pierde su uso masivo para quedarse en círculos de especialistas que lo resguardan y mantienen vivo. Así será con los libros, pero a los editores les conviene repensar su industria sin el intermedio de las librerías, de bodegas y almacenes, de camiones y cajas de cartón. La gente seguirá comprando y leyendo, ahora los libros pueden ser aún más masivos y más baratos… si solo un empresario ve esta oportunidad forjará un monopolio mundial de libros; si son varios, la competencia será sana y buena para todos, incluidos los autores y los lectores; mientras eso ocurre, la industria, los escritores y muchos lectores se aferran al papel, como se habrían aferrado en si tiempo al bronce, a la piedra o a la caverna.
El destino masivo de los libros esta en le soporte electrónico, en algún formato que está aún por crearse o por definirse. Los libros en papel seguirán vendiéndose y serán hermosos ejemplares para regalar y preservar, caros y elegantes objetos de culto.
A pesar de todo, el soporte más duradero, el que no destruyen el fuego ni la humedad, el que puede sobrevivir a milenios de abandono y toneladas de tierra, el único que puede dejar una huella indeleble de la presencia humana en este mundo y al cual debe acudir la humanidad si no desea ser olvidada, es aquél en el que se grabaron las más antiguas historias. Lo que sabemos de los tiempos más antiguos, de nuestros orígenes y quizá de nuestro destino, está impreso en el más difícil, pero también el más resistente de los soportes, pues hasta el momento no hemos inventado nada más duradero que la naturaleza misma; lo que se escribe en piedra es eterno. Las piedras son los libros de los fundadores, de los primeros escritores, de los Dioses.
Pero aún lo escrito en piedra puede ser copiado, multiplicado y difundido a través de imágenes digitales; transformarse en libro de fotografías, libro de papel, libro electrónico. Lo importante no es el soporte, sino el contenido. Lo importante no es el mensajero, sino el mensaje.
En la Pata Izquierda de Ctuluh se comenta más o menos lo mismo, pero de manera más divertida:
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