Cada tres años, los candidatos a diputados aparecen con sus hijos en actos públicos en los que prometen que impulsarán la educación, combatirán corrupción y vigilarán las manos del presidente. Cada seis años, los candidatos a presidente recorren el país acompañados por la esposa en turno, mientras prometen que pondrán al Congreso a trabajar, despedirán a los funcionarios ociosos y harán que todo cambie.
Los estrategas de campaña saben que la mente de los electores está cansada de promesas vanas, pero también saben que el corazón no se cansa y por eso atacan a través de las emociones. Las emociones no mueven, pero conmueven y los retratos de familia emocionan.
Los retratos de familia pueden humanizar a cualquier candidato. Por eso los políticos se venden como hombres y mujeres de familia
"Me llamo Nepoticio Hurtado, soy padre de tres hijos y Doctor en Derecho..."
"Mi nombre es Hurtencia de la Garza García-Corcuera Reyes-Reynoso, soy madre de ocho hermosos hijos y empresaria..."
"Soy Prepotencio Gordínez, padre de 6 hijos, sindicalista de toda la vida y amante de la cumbia..."
"Me llamo Zoila Quederrochará, soy jefa de familia, feminista y orgullosa tamaulipeca (o mexiquense, o veracruzana)..."
A continuación, el candidato en turno asegura que que como padre o madre de familia tiene una gran preocupación por el futuro de sus hijos, la calidad de la educación y la seguridad en las calles además de vivir con el terror de que de que sus hijos no puedan encontrar un buen empleo, o caigan en las garras de las drogas (¿Por que "las drogas" siempre tienen garras y nunca tentáculos, aletas o pezuñas?).
Sin embargo, elección tras elección, quienes buscan el voto llegan al poder y se preocupan más por aumentar el presupuesto familiar, mientras repiten cargos públicos entre parientes y votan iniciativas que tienen que ver con cualquier cosa, menos el bienestar de las familias. ¿No decían que estaban muy preocupados por la educación, la seguridad y la salud de sus hijos?
La explicación es sencilla. En realidad sí estaban preocupados por la educación, la salud y la seguridad de SUS hijos, no por la educación, la salud y la seguridad de los tuyos.
Los candidatos saben que el ciudadano prefiere votar por quien comparte sus valores y preocupaciones o, más fácil, aparenta compartirlos. Los candidatos simplemente explotan esa característica: hacen creer al votante promedio que pueden confiar en ellos por que son personas comunes, sencillas y de fiar. Personalmente, he conocido muchos políticos de fiar, pero ninguno es persona común. para empezar, es muy difícil que una persona común tenga los contactos familiares, profesionales y económicos que interesan a los dirigentes partidistas, atraen a los grandes patrocinadores e impresionan a las revistas de corazón.
Por eso una vez que ganan la elección, se cambian a una casa más grande, compran un auto más grande (o más blindado que el anterior), cambian a los hijos a una escuela más cara y si les gusta la política se aseguran de que queden bien colocados (como candidatos claro) Juniorcracia, le llaman.
Curiosamente, no es raro que la gente dedicada a la política se divorcie y cambie a la esposa por un modelo más reciente. Al parecer, les importa tanto la familia que tienen varias. Y una vez que deben pagar pensión alimenticia a la primera familia necesitan mayores ingresos para mantener a la segunda. Además, a las revistas de corazón les encantan las fotos con bebés.
Después de todo, la mayoría de los mexicanos son gente de familia. Incluso a los bancos les duele que las familias mexicanas se apoyen tanto. Los valores familiares son tan firmes y poderosos en este país, que, en realidad, la mayoría de las personas que se decidan a la política realmente son personas de familia, parejas fieles y hasta personas honradas.
Así que el problema no es que sean gente de familia, eso es una virtud. El problema tampoco es que tengan once hijos o tres esposas. El problema es que usan esas bellas fotos de familia, con el discurso de los padres responsables y la "gente normal" para engañar a los electores.
Pues una cosa es que a los candidatos les importe su familia y otra que les importe tu familia. Si les importaran las demás familias, además de la propia, las cosas empezarían a cambiar.
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