miércoles, 3 de octubre de 2012

Anatomía del Odio (fragmento)

El Autor es Vaclav Havel y el texto completo se puede leer en este enlace:

La atracción del odio colectivo -infinitamente más peligroso que el odio individual- se alimenta de varias ventajas evidentes:

1) El odio colectivo libera a los hombres de la soledad, del abandono, del sentimiento de debilidad, de la impotencia y del desprecio, y así, evidentemente, les ayuda a hacer frente a su complejo de fracaso y de ser menospreciados. Al integrarlos a una comunidad, se crea entre ellos una hermandad basada en un principio aglutinador simple -ya que la participación en ella no exige nada-, las condiciones de la admisión se cumplen fácilmente, nadie debe temer suspender el examen de entrada. Entonces, ¿qué puede ser más sencillo que compartir el objeto común de rechazo y adoptar la «Ideología de la Injusticia» conjunta que nos impone el rechazo de ese objeto? Por ejemplo, afirmar que los alemanes, los árabes, los negros, los vietnamitas, los húngaros, los checos, los gitanos o los judíos son culpables de toda la infelicidad del mundo -y especialmente de la desesperación de todas las almas injustamente tratadas- es tan fácil y comprensible. Y siempre podemos encontrar un número suficiente de vietnamitas, húngaros, checos, gitanos o judíos para ilustrar, a través de sus actos, la idea de que precisamente ellos tienen la culpa de todo.

2) La comunidad de los que odian favorece otro aspecto de esta sensación básica de falta de espacio que, a mi juicio, se oculta en todos los que son capaces de odiar: les permite reafirmarse mutuamente, hasta el infinito, sobre su valor, tanto rivalizando en las manifestaciones de odio hacia el grupo elegido como culpable de su menosprecio, como mediante el culto a símbolos y ritos que confirman el valor de la comunidad de los que odian. Compartir el traje, el uniforme, el escudo, la bandera o la canción preferida hermana a los participantes, refuerza su identidad soberana, multiplica, afianza e incrementa su propio valor.

3) Mientras que la agresividad individual implica sólo un riesgo, puesto que despierta el fantasma de la propia responsabilidad, la comunidad de los que odian «legaliza» en cierta forma la agresividad: su manifestación común crea la ilusión de su legitimidad o, al menos, la sensación de una «cobertura colectiva». Escondido en el grupo, la manada o la masa, todo hombre violento en potencia suele ser, por naturaleza, más atrevido; unos estimulan a otros y todos -debido precisamente a su mayor número- se convencen mutuamente de su legalidad.

4) Y, por último, el principio del odio tribal facilita sustancialmente la vida de todos los que odian, incapaces de reflexiones independientes, puesto que les ofrece algo simple y reconocible a primera vista como objeto de su odio en tanto que culpable de su propia sensación de injusticia. El proceso de materialización de la injusticia general del mundo en el que la representa y al que es necesario odiar se simplifica enormemente ofreciendo «un culpable» fácilmente identificable por el color de su piel, la lengua en que habla, la religión que profesa o el lugar del globo terrestre donde habita.

El odio colectivo tiene, además, otra ventaja intencionada: la discreción con la que surge. Existe toda una serie de estados, aparentemente inocentes para la mayoría, de los que nacen los casi imperceptibles grados anteriores al odio potencial, convirtiéndose en un campo vasto y fértil en el que las semillas del odio echan raíces y brotan con facilidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario