Todos quieren ser testigos del Fin del Mundo y todos los sentidos (excepto el común) ayudan a encontrar los signos y presagios que lo anuncian. Desde la Edad Media algunos los encontraban en la fecha del año mil, en la peste, en las guerras y los terremotos. Más tarde vieron presagios de un cercano fin en la expansión de la masonería, el surgimiento del liberalismo, las revoluciones sociales y el desarrollo tecnológico (bestias de metal en forma de locomotoras, fuego que cae del cielo en forma de bombas, etc.) además de que nunca faltaron sequías, epidemias, tormentas, cometas y hasta lluvias de sapos que parecían confirmar la proximidad del Apocalipsis.
El desarrollo de las comunicaciones en el siglo XX fue crucial par la expansión de la idea del Fin del Mundo, pero los acontecimientos le dieron un buen empujón: genocidios en Ucrania y Austria, guerras mundiales,el surgimiento del estado de Israel y la amenaza atómica fueron mencionados como ejemplos y presagios por infinidad de libros y panfletos que anunciaban el fin del mundo, al tiempo que los relacionaban con medidas en las pirámides, las figuras de Nazca, los códices prehispánicos y hasta la altura de las torres en catedrales góticas. Los ambiguos textos de profetas medievales, algunos reales y otros inventados, junto con mediciones en pulgadas inglesas, codos, centímetros o leguas, según conviniera, parecían mostrar signos y menciones acerca de las armas voladoras, las máquinas en el espacio, los jóvenes de melena larga, las chicas de faldas cortas, los tambores africanos en la música y catástrofes por todas partes... para muchos resultó evidente que sólo hay terremotos, volcanes y tormentas cuando se va a terminar el mundo y que ni en la antigüedad, ni en la edad media o el renacimiento ocurrieron estos fenómenos tan raros.
A medida que el siglo XXI se aproximaba las ideas del fin del mundo eran cada vez más atractivas; después de todo el 2000 parecía una cifra mágica; los textos de ciencia ficción anticipaban un año 2000 de viajes interplanetarios que o habían llegado y las películas hablaban de una sociedad perfecta que estaba aún más distante; si la llegada del nuevo milenio debía traer algo maravilloso sólo quedaba la opción del fin del mundo.
El 2000 decepcionó pero no el 2001: gracias al atentado en las torres gemelas los heraldos del fin del mundo volvieron a hablar de grandes guerras, grandes armas y grandes señales. Se desempolvaron textos de la mitad del siglo XX que hablaban de profecías egipcias y mayas, se retomaron teorías variopintas, como la era de Acuario y la necesidad de un Renacimiento. Se descubrieron nuevas estrellas y cometas. Nuevos profetas anunciaron el fin en 2009, en 2011... pero el consenso parece estar en que el final del mundo que conocemos iniciará en 2012.
Para documentar los cálculos sólo es cosa de buscar que los números cuadren: sólo hay que convertir en fechas del Calendario Gregoriano las del Calendario Maya.. o de sacar cuentas del Apocalipsis de San Juan... o de sumarle y restarle a las Centurias de Nostradamus. Poco importa que el Calendario Gregoriano, que tenga un error de cálculo de cuatro a cinco años (los estudios astronómicos, arqueológicos e históricos coinciden en que Jesús nació alrededor del año 5 a.C.) , que no sea universal ni estuviera en la mente de los mayas, los egipcios o los primeros cristianos. Menos aún parece importar que el para los judíos este (2011) sea el año 5772 desde la creación de la Tierra, mientras que para los musulmanes estamos en 1433 desde la Hégira y para los chinos en 4408 desde el ascenso de su primer Emperador... lo queimporta es el calendario de occidente, porque occidente "es todo el mundo", a menos que sólo vaya a terminar la historia de los países que siguen el Calendario gregoriano (mientras que al mundo árabe le quedarán como 600 años más para llegar a su 2012). Lo importante es la certeza, la seguridad de que el fin está cerca y nosotros y no otra generación, seremos los privilegiados que lo podremos ver.
¿Por qué es tan grande la necesidad de presenciar el fin de los tiempos?
Respuesta: El fin del mundo es un acontecimiento demasiado importante como para perdérselo. Además, promete ser espectacular (lluvia de fuego, muertos que salen de las tumbas) y mejor aún, es gratuito. Pero si con todo eso no fuera suficiente, el Juicio Final nos dará la oportunidad de ver quien tenía la razón si los ateos o los cereyentes, los ortodoxos o los de la Nueva Era, los católicos o los Calvinistas; los mayas o la ciencia moderna.
Lo importante es la plena claridad de que ahora sí, el mundo se acaba, tal como ocurrió en el año 1000, en 1900 y en el 2000. Y mientras aguardamos el día que los muertos se levantarán de sus tumbas, sólo queda especular si Atila todavía será hostil, si Voltaire será buen conversador o si Caruso se animará a dar un recital mientras hace fila para su juicio.
El desarrollo de las comunicaciones en el siglo XX fue crucial par la expansión de la idea del Fin del Mundo, pero los acontecimientos le dieron un buen empujón: genocidios en Ucrania y Austria, guerras mundiales,el surgimiento del estado de Israel y la amenaza atómica fueron mencionados como ejemplos y presagios por infinidad de libros y panfletos que anunciaban el fin del mundo, al tiempo que los relacionaban con medidas en las pirámides, las figuras de Nazca, los códices prehispánicos y hasta la altura de las torres en catedrales góticas. Los ambiguos textos de profetas medievales, algunos reales y otros inventados, junto con mediciones en pulgadas inglesas, codos, centímetros o leguas, según conviniera, parecían mostrar signos y menciones acerca de las armas voladoras, las máquinas en el espacio, los jóvenes de melena larga, las chicas de faldas cortas, los tambores africanos en la música y catástrofes por todas partes... para muchos resultó evidente que sólo hay terremotos, volcanes y tormentas cuando se va a terminar el mundo y que ni en la antigüedad, ni en la edad media o el renacimiento ocurrieron estos fenómenos tan raros.
A medida que el siglo XXI se aproximaba las ideas del fin del mundo eran cada vez más atractivas; después de todo el 2000 parecía una cifra mágica; los textos de ciencia ficción anticipaban un año 2000 de viajes interplanetarios que o habían llegado y las películas hablaban de una sociedad perfecta que estaba aún más distante; si la llegada del nuevo milenio debía traer algo maravilloso sólo quedaba la opción del fin del mundo.
El 2000 decepcionó pero no el 2001: gracias al atentado en las torres gemelas los heraldos del fin del mundo volvieron a hablar de grandes guerras, grandes armas y grandes señales. Se desempolvaron textos de la mitad del siglo XX que hablaban de profecías egipcias y mayas, se retomaron teorías variopintas, como la era de Acuario y la necesidad de un Renacimiento. Se descubrieron nuevas estrellas y cometas. Nuevos profetas anunciaron el fin en 2009, en 2011... pero el consenso parece estar en que el final del mundo que conocemos iniciará en 2012.
Para documentar los cálculos sólo es cosa de buscar que los números cuadren: sólo hay que convertir en fechas del Calendario Gregoriano las del Calendario Maya.. o de sacar cuentas del Apocalipsis de San Juan... o de sumarle y restarle a las Centurias de Nostradamus. Poco importa que el Calendario Gregoriano, que tenga un error de cálculo de cuatro a cinco años (los estudios astronómicos, arqueológicos e históricos coinciden en que Jesús nació alrededor del año 5 a.C.) , que no sea universal ni estuviera en la mente de los mayas, los egipcios o los primeros cristianos. Menos aún parece importar que el para los judíos este (2011) sea el año 5772 desde la creación de la Tierra, mientras que para los musulmanes estamos en 1433 desde la Hégira y para los chinos en 4408 desde el ascenso de su primer Emperador... lo queimporta es el calendario de occidente, porque occidente "es todo el mundo", a menos que sólo vaya a terminar la historia de los países que siguen el Calendario gregoriano (mientras que al mundo árabe le quedarán como 600 años más para llegar a su 2012). Lo importante es la certeza, la seguridad de que el fin está cerca y nosotros y no otra generación, seremos los privilegiados que lo podremos ver.
¿Por qué es tan grande la necesidad de presenciar el fin de los tiempos?
Respuesta: El fin del mundo es un acontecimiento demasiado importante como para perdérselo. Además, promete ser espectacular (lluvia de fuego, muertos que salen de las tumbas) y mejor aún, es gratuito. Pero si con todo eso no fuera suficiente, el Juicio Final nos dará la oportunidad de ver quien tenía la razón si los ateos o los cereyentes, los ortodoxos o los de la Nueva Era, los católicos o los Calvinistas; los mayas o la ciencia moderna.
Lo importante es la plena claridad de que ahora sí, el mundo se acaba, tal como ocurrió en el año 1000, en 1900 y en el 2000. Y mientras aguardamos el día que los muertos se levantarán de sus tumbas, sólo queda especular si Atila todavía será hostil, si Voltaire será buen conversador o si Caruso se animará a dar un recital mientras hace fila para su juicio.
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