domingo, 2 de octubre de 2011

¿Qué es el Laicismo?


¿Que es el laicismo? ¿que pueden hacer las religiones en un estado laico? ¿Cuáles son sus límites?


El laicismo es una palabra que se esgrime con facilidad; se invoca al Estado laico, como se acusa de intolerancia, de ignorancia o de antidemocracia: son  palabras de fácil uso cuando se terminan los argumentos.

A pesar del abuso que sufren estas palabras aún conservan un significado profundo y valioso.  el laicismo es un tema especialmente polémico e intenso en las relaciones entre el catolicismo y los poderes públicos (el Estado), a pesar de que el concepto abarca, en realidad, las relaciones, competencias y límites del poder estatal y cualquier entidad religiosa. Entre estatistas y clericales el laicismo , es un concepto de doble uso que cambia de significado según de qué lado sea pronunciada.

Para resumirlo: los partidarios del Estado laico afirman que el laicismo es la autonomía de lo civil frente a lo religioso, por lo que los grupos religiosos sólo pueden hacer aquéllo que les está expresamente permitido por las leyes civiles. Por su parte, los partidarios de la religión defienden al laicismo como la autonomía de lo religioso frente a lo civil, en donde la religión puede hacer y decir todo lo que estime necesario para su misión, siempre que no se trasgredan las leyes civiles; sin embargo, se considera que las leyes civiles no son superiores a las leyes divinas. 

¿Quien tiene la razón? ¿Es el laicismo un límite para las iglesias o para el poder del estado?

Comencemos por el punto de vista civil. Para los estatistas el laicismo no es una concesión de la religión, sino una conquista de las sociedades. Una línea temporal muy simplificada confirma que, en efecto, hay una larga evolución que arranca en las teocracias, en donde el rey es al mismo tiempo sacerdote o, incluso, un dios. Esta línea continúa en las monarquías, consideradas como obra de una voluntad divina que pone en las manos de un mortal (el rey) los destinos de una nación, bajo la tutela o con la ayuda de la religión. Parece simple pero no lo es: la historia medieval es en gran medida la de las luchas entre las monarquías y el clero por establecer a quien correspondía la última palabra en casos de controversia.

Pero la evolución de la monarquía medieval sigue la misma línea e incluye a Constantino, monarca de oriente y cabeza de la iglesia de Bizancio; Carlomagno, primer emperador coronado por el Papa (es decir, designado por dios y reconocido así por la Iglesia); Enrique II como el primero que disputa la supremacía en su territorio frente al Papa, Felipe IV de francia (el hermoso) es el primer monarca que logra someter al papado al poder temporal, mientras que Luis de francia IX y Carlos I de España fueron monarcas protectores de la religión. Hay un largo camino entre la religión que ampara al monarca y el monarca que protege a la religión... como también lo hay hacia el monarca que cambia de religión según le conviene (Enrique IV de Francia) mas largo aún es el camino hacia la Ilustración, la Revolución Francesa y la coronación de un emperador (Napoleón) por él mismo: tres negaciones a la afirmación de que el poder temporal o civil sea una concesión divina.

El legado de la Ilustración en materia de laicismo es la idea de que la autoridad civil no es una concesión sobrenatural, sino el resultado de una decisión humana; de ahí que la soberanía en una nación no pertenece a Dios, sino al pueblo. Esta línea de pensamiento se consolidó durante los siglos XIX y XX en dos movimientos que, pese a ser rivales, comparten la misma noción: tanto el liberalismo como el socialismo consideran que es a la nación, a los ciudadanos, a las personas o la pueblo, a quien pertenece la soberanía, al mismo tiempo, el gobierno civil es legítimo porque representa a la población y sus intereses por lo que es responsable ante ella y sólo ante ella. en ambos casos, la autonomía del gobierno civil frente a la autoridad eclesiástica se considera una conquista. Los más radicales llegarían a considerar que esta conquista incluye también los terrenos intelectual, moral, científico... y los aún más radicales llegaron a proponer (y lo siguen haciendo) que las personas sólo serán realmente libres cuando sean liberadas de la religión... pero esa es otra historia.

¿Cual es la postura de la religión frente a esta cadena de acontecimientos?

La Iglesia Católica aceptó que la legitimidad de un gobierno puede provenir de su origen democrático hasta entrado el siglo XX, pero aún considera que el poder temporal está subordinado al la voluntad divina, por lo que estiman que es una necedad que los gobernantes y las naciones pretendan conducir sus destinos al margen de la autoridad eclesiástica ya que hacerlo significa inexorablemente, entrar en senderos de errores y calamidades. Según esta opinión, sólo la Iglesia puede asesorar debidamente a los gobernantes, ya que posee un entendimiento que no procede de la limitada ciencia humana sino de la infinita sabiduría divina.

Lo anterior no es una exageración mía, como tampoco es un sinsentido religioso. Los hombres de fe atienden a la lógica y razón de la fe, en la medida que considerar que los destinos humanos no dependen de Dios sería, sencillamente, perder la fe. Para que no quede duda documentaré lo que digo:

Acerca de la separación entre el poder temporal y el poder eclesial la Encíclica Inmortale Dei precisa:

"Dios ha repartido, por tanto, el gobierno del género humano entre dos poderes: el poder eclesiástico y el poder civil. El poder eclesiástico, puesto al frente de los intereses divinos. El poder civil, encargado de los intereses humanos."

La misma encíclica agrega:

"El poder civil tiene como fin próximo y principal el cuidado de las cosas temporales. El poder eclesiástico, en cambio, la adquisición de los bienes eternos. Así, todo lo que de alguna manera es sagrado en la vida humana, todo lo que pertenece a la salvación de las almas y al culto de Dios, sea por su propia naturaleza, sea en virtud del fin a que está referido, todo ello cae bajo el dominio y autoridad de la Iglesia". 

Sin embargo, esta especialización queda bajo una consideración:

 "Pero como el sujeto pasivo de ambos poderes soberanos es uno mismo, y como, por otra parte, puede suceder que un mismo asunto pertenezca, si bien bajo diferentes aspectos, a la competencia y jurisdicción de ambos poderes, es necesario que Dios, origen de uno y otro, haya establecido en su providencia un orden recto de composición entre las actividades respectivas de uno y otro poder. «Las [autoridades] que hay, por Dios han sido ordenadas». Si así no fuese, sobrevendrían frecuentes motivos de lamentables conflictos, y muchas veces quedaría el hombre dudando, como el caminante ante una encrucijada, sin saber qué camino elegir, al verse solicitado por los mandatos contrarios de dos autoridades, a ninguna de las cuales puede, sin pecado, dejar de obedecer". 

¿Cómo se resuelve un dilema así? la Iglesia propone:

"La obediencia de los ciudadanos tiene como compañera inseparable una honrosa dignidad, porque no es esclavitud de hombre a hombre, sino sumisión a la voluntad de Dios, que ejerce su poder por medio de los hombres. Tan pronto como arraiga esta convicción en la sociedad, entienden los ciudadanos que son deberes de justicia el respeto a la majestad de los gobernantes, la obediencia constante y leal a la autoridad pública, el rechazo de toda sedición y la observancia religiosa de la constitución del Estado".

 Inmortale Dei es una encíclica de gran relevancia, porque en ella se reconoce la libertad de las naciones para elegir el modo de gobierno que consideren más adecuado, y al mismo tiempo persevera en la opinión de que sea cual fuere ese gobierno sólo será justo en la medida que sus opiniones y actos no contravengan a los de la autoridad religiosa. Parece conservador pero no lo es; las encíclicas Quas Primas y Dilectíssima Nobilis fueron condenas claras a cualquier pretensión de gobernar al margen de la iglesia o admitir un Estado que no tuviera a la católica como religión oficial. Creedme, en Inmortale Dei veo los primeros pasos de una apertura que continuó de manera sostenida aunque lenta durante todo el siglo XX. 

 Quas Primas y Dilectíssima Nobilis abordan la cuestión de la religión oficial y la igualdad jurídica para las distintas religiones. es un asunto que tiene la mayor importancia por las razones que se exponen ampliamente en la encíclica Libertas Praestantissimum, de la cual transcribo algunos pasajes: 

"Considerada desde el punto de vista social y político, esta libertad de cultos pretende que el Estado no rinda a Dios culto alguno o no autorice culto público alguno, que ningún culto sea preferido a otro, que todos gocen de los mismos derechos y que el pueblo no signifique nada cuando profesa la religión católica. Para que estas pretensiones fuesen acertadas haría falta que los deberes del Estado para con Dios fuesen nulos o pudieran al menos ser quebrantados impunemente por el Estado. (...) La justicia y la razón prohíben, por tanto, el ateísmo del Estado, o, lo que equivaldría al ateísmo, el indiferentismo del Estado en materia religiosa, y la igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones. Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de una religión, el Estado debe profesar la única religión verdadera, la cual es reconocible con facilidad, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como grabados los caracteres distintivos de la verdad. Esta es la religión que deben conservar y proteger los gobernantes, si quieren atender con prudente utilidad, como es su obligación, a la comunidad política. Porque el poder político ha sido constituido para utilidad de los gobernados". 

Es decir: si resulta evidente que hay una religión verdadera (porque así ha sido revelado) sería absurdo que un Estado la pusiera en el mismo nivel que las religiones falsas, e igualmente absurdo que no la hiciera religión oficial, o que pretendiera desobedecer sus mandatos que, es evidente, provienen de Dios. 

No cabe aquí un análisis sobre la veracidad o no de tal afirmación, pero está claro que para quien lo afirma se trata de algo evidente y verdadero, de manera que es su convicción que al buscar la rectoría de la fe sobre las cuestiones civiles lo que se persigue es el bien común. Sólo agregaré en este punto lo que afirma la Encíclica Diuturnum Illum.

"Negar que Dios es la fuente y el origen de la autoridad política es arrancar a ésta toda su dignidad y todo su vigor" . 

Comparemos esta afirmación con la de Benedicto XVI en su discurso al 56 Congreso Nacional de Justistas Católicos Italianos: 

"...todos los creyentes, y de modo especial los creyentes en Cristo, tienen el deber de contribuir a elaborar un concepto de laicidad que, por una parte, reconozca a Dios y a su ley moral, a Cristo y a su Iglesia, el lugar que les corresponde en la vida humana, individual y social, y que, por otra, afirme y respete "la legítima autonomía de las realidades terrenas".

La evolución es clara: Se reconoce ahora que la autonomía de las naciones y de los gobiernos frente a la iglesia es algo legítimo, aunque se insiste en que las opiniones y actos civiles deben ser congruentes con la de la Iglesia; ya no como una imposición, sino como algo que es deber de los católicos cuidar. Este deber se sustenta en las encíclicas ya citadas, así como en otras, como  Pascendi queda claro que la opinión de la iglesia no es la de una entidad más, sino de la entidad que puede transmitir a los gobernantes criterios inspirados por revelación divina. En conclusión sobre este punto, la afirmación de que el laicismo debe entenderse como la autonomía de la Iglesia frente al poder civil queda debidamente sustentada dentro de la lógica, doctrina y razonamientos del catolicismo (aunque no fuera de él, como también queda claro).

La cuestión aún sigue abierta: ¿Que es el laicismo ¿La autonomía del Estado o la autonomía de la Iglesia? Es necesario intentar una posición clara que evite favorecer a alguno de los extremos.

Es mi intención no favorecer a la posición estatista, porque en gran medida procede de una fobia a la Iglesia católica y sobre todo de la pretensión de que los ciudadanos son estúpidos e ignorantes. Considero absolutamente falso que la gran mayoría de las personas delegarán su criterio y albedrío a un sacerdote o un culto (una minoría, de hecho perteneciente a grupos radicales  sin duda lo hará, pero también son perfectamente libres de renunciar al uso de su cerebro), sin duda, la opinión moral de la religión puede ser sopesada entre otras consideraciones al momento de elegir y decidir racionalmente. Si las personas no tuvieran el suficiente uso de razón seguiríamos en la Edad media. 

Pero tampoco puedo favorecer a la posición eclesiástica, pues su punto de partida es que, lo aceptemos y creamos, o no, se trata de una fe verdadera (lo cual podría ser cierto) que se transmite a través de una verdadera religión a traves de sus ministros inspirados por la sabiduría y bondad divinas (eso sí me resulta inaceptable) porque le atribuyen a su Iglesia cualidades que son indemostrables.

Además, es necesario observar que ambas posturas al interactuar y pronunciarse públicamente, lo hacen con rencor, odio e intolerancia. para los religiosos la pretensión humana de vivir sin la sabiduría de su dirección les parece un sinsentido y una franca estupidez, mientras que la posición contraraia cae en un anticlericalismo fanático, cuyas manifestaciones se acercan cada vez más a las de un fiscal inquisidor: todo lo que huela a religión es malo, sólo porque la religión es mala y nada bueno podría provenir de ella. Unos a otros se califican de intolerantes, fanáticos e ignorantes; hipócritas, amorales y decadentes ¿Así o más violento? ¿Así o más maniqueo?

Sin profundizar en las acusaciones sólo advertiré que Torquemada y Stalin están muertos, pero hay quienes se comportan como si estuvieran personalmente agraviados por ellos, o bajo sus órdenes...

En fin; entonces, ¿Que es el laicismo? 

Bien, esta es mi definición:

El laicismo es la separación práctica, teórica y legal de las competencias, atribuciones y prerrogativas entre las esferas civil y religiosa. de lo anterior resulta un orden social que se caracteriza por:

1. Un gobierno civil independiente y autónomo en sus opiniones y decisiones frente a cualquier autoridad religiosa.

2. Este gobierno civil, además, debe abstenerse de manifestar primacia de religión alguna y está obligado a conceder igualdad a todas aquellasque se conduzcan con respeto a las leyes civiles vigentes, a la dignidad human a y al orden público.

3. A su vez, este gobierno civil se abstendrá de intervenir en los asuntos internos de las religiones y garantizará el derecho de las personas a elegir y praticas libremente y son coerción de ningun tipo la religión que sea de su preferencia.

4. El Estado debe reconocer el valor cultural de las manifestaciones religiosas, así como los derechos civiles de sus integrantes y ministros, mientras que las religiones deberán sostenerse sin el apoyo del Estado y sin persecusión injustificada por parte del mismo.

5. Entre las autoridades civiles y las instituciones religiosas debe ser posible la cooperación en temas de interés común, como es la educación cívica  familar, el desarrollo social y la protección de los desamparados.

6. Asimismo, el Estado dará reconocimiento oficial a los actos religiosos que puedan ser validados oficialmente de acuerdo con los convenios y procedimientos que para tales efectos sean aprobados,   tales como las actividades educativas conforme a los planes y programas reconocidos por las autoridades civiles y los matrimonios celebrados de acuerdo con el derecho públco, entre otros.

7. Por su parte, las iglesias se abstendrán de rechazar las instituciones democráticas civiles educativas y legales que el estado establezca conforme a las leyes y procedimientos de la democracia, la ciencia y la economía, entre los que se incluyen en la educación estatal, el matrimonio civil y los procedimientos electivos, entre otros.

En mi humana (¿demasiado humana?) opinión eso es el laicismo.



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