sábado, 24 de diciembre de 2011

As Time Goes By

You must remember this
A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
As time goes by.

And when two lovers woo
They still say, "I love you."
On that you can rely
No matter what the future brings
As time goes by.

Moonlight and love songs
Never out of date.

Hearts full of passion
Jealousy and hate.

Woman needs man
And man must have his mate
That no one can deny.

It's still the same old story
A fight for love and glory
A case of do or die.

The world will always welcome lovers
As time goes by.

Oh yes, the world will always welcome lovers
As time goes by

miércoles, 14 de diciembre de 2011

En defensa de la Fe

La fe es confianza. Quien tiene fe en un amigo confía en su promesa; quien tiene fe en un enunciado racional confía en que la lógica o la experimentación demostrarán la veracidad del enunciado; quien tiene fe en un dios confía en que ese dios existe; quien tiene fe en una ideología confía en que esa ideología resolverá uno o todos los problemas del mundo; quien tiene fe en el Estado confía en que sin él se desataría el caos y la autodestrucción de la humanidad.

La fe otorga autoridad al destinatario de ella:
Un amigo que goza de fe posee una autoridad moral, probablemente construida a través de experiencias previas en las que ha mostrado que es confiable, valiente, honesto o todo junto.
Un enunciado científico que puede gozar de fe es aquél construido por un científico prestigiado (que posee su propia autoridad, ganada con esmero) o respaldado por una institución académica que vigila el cuidado, responsabilidad y objetividad con el que ese enunciado fue forjado.
Un dios que goza de fe es aquél del que razonablemente se puede demostrar, por lo menos, su no inexistencia; hay dioses a los que además se atribuyen mensajes, prodigios y señales, de manera que quienes creen en la veracidad de esas señales pueden reforzar su fe en ese dios.
Una ideología que goza de fe está apuntalada por un conjunto de enunciados racionales, que dan viabilidad, al menos teórica a sus postilados, promesas y predicciones.
Un Estado que goza de fe es aquél que provee de un mínimo de bienestar, seguridad o al menos tranquilidad a la mayoría de los habitantes que lo obedecen y respetan sus leyes.

El mayor peligro para la fe, en cualquiera de sus formas, no se encuentra en sus adversarios, sino en sus destinatarios: un amigo que abusa de la confianza en él depositada; un enunciado científico perderá credibilidad si se demuestra que fue elaborado mediante sofismas, muestras manipuladas o postulados erróneos... o si quien lo formula utiliza como forma de demostración un argumento falaz y, por lo tanto, abusa de la confianza depositada en él por la comunidad científica a la cual pertenece. La fe en una ideología puede ser dañada y hasta destruida si en su nombre se cometen abusos. Esos mismos abusos pueden resquebrajar la fe en un Estado y puede ser destruida por ineficiencia o corrupción de quienes lo administran. A su vez, la corrupción, el abuso o los actos malvados cometidos en nombre de dios pueden acabar con la fe en ese mismo dios, aún cuando esos actos no los haya ordenado o metido él, sino sus ministros. Así que la fe, en cualquiera de sus formas, puede ser destruida por el abuso de la autoridad que emana de ella.

Alrededor de la fe a veces hay dogmas, pero la autoridad del dogma emana de la autoridad de la fe, pues el dogma carece de autoridad propia; para decirlo de manera directa, los dogmas se alimentan de la fe, a expensas de la fe y es poco lo que le dan a cambio.  El dogma a veces busca probar la fe, pero muchas veces, también, la pone a prueba. Es dogma que un amigo no deja a otro emborracharse solo, pero poner a prueba ese dogma es poner a prueba la amistad. Es dogma que la ciencia tiene respuestas para todo, pero buscar esas respuestas y no encontrarlas, porque la ciencia es obra humana y no divina, pone a prueba la eficacia y hasta el sentido de la ciencia. Es dogma que todas las personas deben tener una ideología, pero quienes lo sostienen pretenden que esa ideología universal sea la suya propia y eso desacredita la universalidad misma de la ideología. Es dogma que los sacerdotes son intérpretes y ministros de los dioses, pero los dioses, como el sol y el viento que emanan de ellos, son para todos. Si creemos en el Dios único y universal, es dogma afirmar que su voluntad no está plasmada en sus obras (la naturaleza, los humanos, el reino espiritual) sino en las obras de sus ministros. Es dogma que el Estado y sus intereses están por encima de las personas y ello es síntoma de un Estado que ya ha sido roído por las ratas en sus entrañas; los estados decentes y honestos existen para la gente, para la humanidad, para la libertad.

Creer en los dogmas es una decisión personal: un amigo no puede obligar a otro a embriagarse contra su voluntad; un científico que convierte la ciencia en ideología termina por convertirse en sacerdote (hola Freud) o peor aún, termina deificado (hola Marx) y con ello se aniquila el saber o la parte de verdadero saber que hubo en su trabajo cuando fue honesto. Una fe que pierde a Dios en un laberinto de sofismas teológicos o complejas reglas religiosas pierde a Dios en ese laberinto de burocracia teísta.

Identificados los enemigos de la fe, descubriremos que la fe es algo bueno. La fe es esperanza en la amistad y por lo tanto en la humanidad. La fe es confianza en el saber honesto y por lo tanto en el progreso responsable. La fe es apoyo a un gobierno honesto, a un ideólogo razonable, a una religión responsable. La fe en Dios o en los dioses puede ser algo muy positivo, generoso y racional, cuando el destinatario de esa fe también lo es.

La fe que exige pruebas a las otras fes no es fe, es vanidad; la fe que exige obediencia no es fe, es ambición; la fe que demanda sacrificios es negocio. Si la fe necesita tribunales, policías secretas, gulags, o inquisiciones,esa fe ha sido asaltada, ocupada y gobernada por sus propios enemigos.

La fe es pura como la esperanza,  generosa como la caridad, serena como el pensamiento. Quien combate contra otra fe en nombre de la suya puede ser un fanático, pero quien con sus actos destruye su propia fe es malvado.


lunes, 12 de diciembre de 2011

El perro del mes: Orión

En diciembre de 1999 el estado Vargas, en Venezuela tuvo una de las temporadas lluviosas más intensas que se recuerden en la región. Dos semanas de lluvias interminables provocaron una saturación del suelo que se transformó en enormes deslaves de tierra y rocas que se deslizaron de las montañas hacia el mar y arrastraron a su paso cientos de hogares. Desde las primeras horas del 15 de diciembre, un perro Rottewiler llamado Orión intentó avisar que un alud de lodo se acercaba a su pueblo, pero los perros no son muy hábiles para darse a entender y las personas no les ponen suficiente atención; así que llegó la noche y el río de agua, lodo y árboles comenzó a arrastrar también personas. Enmedio del desastre Orión se separó de su amo y entró en el torrente para llevar a suelo firme a una niña; inmediatamente rescató a otra más y siguíó con esa habor hasta rescatar a 37 personas entre el 15 y el 16 de diciembre.

El 26 de febrero de 2000 los venezolanos otorgaron a Orión una medalla al valor y un diploma; sin embargo, la mejor recompensa para un perro no es una medalla, ni un hueso, sino un abrazo. Las hazañas de Orión fueron avaladas por las personas que fueron rescatadas y los equipos de rescate que realizaron la evacuación de la zona.



jueves, 8 de diciembre de 2011

A favor de la libertad

Todos estamos a favor de la libertad, pero casi nadie está a favor de una libertad igualitaria; me explico: todos estamos muy a favor de la propia libertad, pero un poco menos a favor de la libertad ajena y decididamente en contra de la libertad de lo que consideramos nocivo.

SospechaVeámoslo así: la Ciudad de México lleva unos doce años en obras; todos los días hay nuevas calles cerradas y nuevas desviaciones de la circulación. Cuando se cierra por obra alguna calle en la que se hacen arrancones, los vagos se reúnen a beber y drogarse o alguna pandilla utiliza como coto para asaltar transeúntes, es perfectamente lógico que los vecinos se alegren por el cierre y promesa de renovación. Cuando se cierra una calle por la que eventual o cotidianamente circulamos, podemos tener y expresar cierta molestia, pero deseamos que el cierre termine pronto y seguimos nuestro camino. Pero lo que nadie puede desear, y a veces sucede, es que le cierren la calle donde vive, con la molestia de tener que dejar el auto guardado o llevarlo a una pensión, además de tener que presentar identificación para que los trabajadores dejen a uno entrar a su propia casa.

CamisasEs claro que no a toda la libertad se le aprecia igual; en las ideas los temas sociales y la política aprobamos más las libertades que compartimos que las que no compartimos o rechazamos; por ejemplo, la libertad para abortar es defendida por grupos feministas, movimientos antisistema, malthusianos apocalípticos, académicos asustados por  la sobrepoblación y personas anticlericales; en tanto que la libertad para tener muchos hijos (digamos 5, 7 o 10) será defendida por personas tradicionalistas, religiosas y amantes de los niños, además de académicos y teólogos asustados por la despoblación mundial.

Los más radicales defensores del control de población llegan a hacer propuestas de esterilización masiva y eugenesia (sí, como los nazis en los años 30's), mientras que los más empecinados natalistas buscarán la cárcel y el destierro para los antinatalistas (como sucedió en los regímenes de Franco y Pinochet); pero las posiciones extremas sólo son minoritarias; en medio de los radicales hay una inmensa mayoría de personas que prefieren simplemente evitar a los contrarios, reunirse con personas afines a sus ideas y si acaso, tratar de convencer a los del bando opuesto.

CalmaLos radicales son minoría, pero son los que pueden acabar con la libertad si se les da el suficiente poder. Preocuparse por defender sólo las libertades propias es algo aparentemente inofensivo; pero la lucha contra la libertad siempre trae consigo el riesgo de volverse contra uno, de manera que cuando la idea de limitar las libertades para algún grupo entra en escena pública se convierte en parte de una competecia política cuyo ganador puede ser el contrario. Así pasó en España a principios del siglo XX, cuando tanto los republicanos como los conservadores radicalizaron sus posturas y persiguieron las ideas de sus oponentes, de manera que abrieron el camino para que cualquiera que venciera en la Guerra Civil no adoptara posturas conciliadoras sino radicales. Las heridas y agravios que se hicieron aún están presentes en la política española y para muchos el perdón no sólo se ve lejano, sino imposible; lo que es más difícil porque cada uno  bandos tiene cosas que perdonarle al otro.

ReconocimientoLa experiencia española nos deja claro cuáles son los riesgos de no apreciar por igual todas las libertades, las propias y las ajenas, y ese riesgo es que la primera libertad que se limite puede ser la propia. Vista así, la famosa frase atribuida a Voltaire "no estoy de acuerdo con lo que dices pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo" tiene un valor más allá de lo moral: defender las libertades ajenas es también una manera de defender las propias.

Sin embargo, ni las ideas propias, ni las ajenas son siempre ideas defendibles, inteligentes o racionales. Solemos pensar en lo relativo como opuesto de lo absoluto, pero tengo la impresión de que es lo racional lo que debemos oponer a lo racional, lo tolerante a lo intolerante y lo pacífico a lo violento. El motivo es que si pensamos en las ideas como absolutas o relativas, si son absolutas algunas deben ser absolutamente correctas y asumiremos que esas son las propias, mientras que las absolutamente equivocadas serán las contrarias; por otra parte, si las ideas son relativas, todas tendrán un sentido sólo para quien las sustenta y perderán toda importancia sus valores intrínsecos, como la racionalidad, la viabilidad, etc.

LibertadEn efecto, la libertad no es un valor absoluto, que deba defen`erse y preservarse a toda costa; en concreto, no se puede otorgar libertad a atentar contra la libertad, como tampoco se podría considerar libertario al libre tráfico de esclavos, a la libertad de discriminar a las mujeres; ni puede existir una libertad para ser totalitario, la libre explotación de los pobres, la libertad de coacción, la libertad para torturar a los enemigos políticos y menos aún, la libre persecución religiosa, la libertad de intolerancia o en general, la libertad para imponer por la violencia las ideas propias. Si semejantes ideas fueran igual de válidas que la tolerancia, el respeto, la solución pacífica de los conflictos o el diálogo!2C daría lo mismo que fuéramos gobernados con leyes o con balas, el secuestro de una mujer que su conquista o el robo y el asesinato que el trabajo.

Así que las libertades defendibles no son únicamente las propias, sino todas aquellas de las cuales cualquiera puede beneficiarse tanto como nosotros mismos, por ejemplo, la libertad de opinión o de circulación. En la misma línea, podemos considerar defendibles a los movimientos, ideas, agrupaciones políticas y cultos que reconocen las libertades de sus oponentes y rivales; mientras que es lícito sospechar de aquellos que tratan de imponer sus intereses, ideas y creencias mediante la violencia.

La libertad se defiende con libertad.

 Las ilustraciones de hoy son de Andrés Diplotti y su excelente blog: La Pulga Snob

martes, 29 de noviembre de 2011

Más allá de la Tolerancia

La tolerancia es un paso necesario pero insuficiente para la paz... sé que esto ya lo dije, pero es necesario repetirlo y resaltarlo, sobre todo porque la tolerancia no resuelve los conflictos que genera la diversidad, tan sólo los contiene y quizá los posterga.

Con todo, la tolerancia tiene la virtud de permitir la convivencia o por lo menos la coexistencia. Una sociedad sin diversidad no es una sociedad llena de tranquilidad, en la que los conflictos estén ausentes; por el contrario, una sociedad sin diversidad es un mundo de terror, en donde las minorías religiosas o culturales son perseguidas y violentadas, pero también en donde toda una población o por lo menos la mayoría de la población es perseguida, amenazada y agredida por una minoría que pretende establecer la hegemonía de sus ideas e intereses.

Por eso la tolerancia es un valor indispensable: en donde no hay tolerancia tampoco hay diversidad y en donde no hay diversidad su lugar es ocupado por los calabozos, los juicios sumarios, las ejecuciones masivas y la persecución por motivos étnicos, políticos, religiosos o culturales.

La tolerancia es el primer paso hacia una sociedad más justa, pero sólo es el primero. La tolerancia permitió que en EEUU los negros pudieran ingresar a la universidad, pero no levó a Obama a la Presidencia; la tolerancia permite que las mujeres trabajen, pero no les da igualdad de oportunidades profesionales; la tolerancia impide la persecución religiosa, pero no elimina el odio entre religiones.

Sin embargo, la búsqueda de la equidad, de la dignidad y de la justicia no es un camino que se pueda emprender siempre de la misma forma: tuvieron que pasar varias décadas de afroamericanos que se esforzaron por obtener buenas notas, gradarse, demostrar su competencia en el mundo profesional, incursionar en el derecho, la medicina, la alta empresa y la política antes de que uno de ellos pudiera ser votado para Presidente de los Estados Unidos  y por personas de todos los colores. Hace más de medio siglo que las mujeres de EEUU  y México tienen derecho al voto, pero en muchas empresas aún tienen cerrado el acceso a los puestos directivos y en muchos lugares aún se les paga menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo.

El terreno religioso me interesa de manera especial, pues en mi propio hogar vivo los desafíos de la diversidad y las dificultades del diálogo religioso. Este es uno de los mayores desafíos del presente, pues mientras que otras formas de intolerancia se combaten de manera frontal, institucional y pública, en los temas religiosos lo que hay es un lento y sostenido crecimiento de las hostilidades del cual las instituciones no se interesan y no se habla en público. Aquí la tolerancia se muestra especialmente insuficiente, pues si bien logra impedir que la hostilidad se transforme en violencia, no sirve para establecer puentes de diálogo ni construye más tregua que la que ya construyen las  leyes.

El conflicto social permanece y los rencores apenas se disimulan: las religiones compiten unas con otras y no siempre por salvar más almas y sí por ganar los mejores números. Al veces ni siquiera compiten por mostrar el mejor ejemplo de rectitud moral, de congruencia ideológica o de acciones humanitarias; sino llana y simplemente  compiten por tener el proselitismo más efectivo. Pero la situación entre religiosos y no religiosos, o anti-religiosos tampoco es menor: mientras que hay religiosos que desearían llevar a los ateos a la hoguera, hay ateos que quisieran volver a las glorias soviéticas y llevar a las personas religiosas a morir a Siberia. De eso hablo en mi entrada sobre "Los nuevos cruzados".

¿Que hay en materia religiosa más allá de la tolerancia? Pues hay varias cosas: hay comprensión, hay respeto, hay diálogo.

Hay comprensión, o debe haberla, porque en los extremos del conflicto entre religiosos y no religiosos lo que se enfrenta son dos verdades que no son absolutas pero ellos absolutizan. Lo pondré, por ahora, de manera muy simple y lo desarrollaré mejor en una próxima publicación: las personas religiosas defienden una verdad revelada por Dios. No es poca cosa, pero en la medida de que son ellos quienes creen que esa verdad es revelada por Dios, esa verdad es absoluta sólo para ellos y no para las personas de otras religiones ni para los ateos. Este límite es la comprensión necesaria.

Para los ateos extremistas y los anticlericales, la revelación que defiende a veces es la ciencia, pero con mayor frecuencia la revelación que los guía  no es la ciencia, sino el convencimiento de que las religiones son falsas; una vez más la comprensión necesaria aquí es que esa verdad llevada al absoluto, que todas las religiones son falsas, es válida y verdadera sólo para ellos; no para los escépticos, no para las personas con una religión; no para los místicos, ni siquiera para todos los científicos.

Lo segundo es el respeto: imaginemos a Moisés a Abraham, a Buda o a Mahoma a mitad de la calle. Cada uno de ellos recibió una revelación genuina, absoluta, trascendental y personal. Cada uno de ellos recibió la encomienda de transmitir esa verdad. Imaginemos que todos están parados, predicando en la misma plaza y en esa plaza también tienen sus respectivos lugares Carl Sagan, Richard Dawkins y Stephen Hawking. También ellos representan verdades que si bien no fueron sobrenaturalmente reveladas, sí lo fueron por la razón, la experimentación.

Ahora bien, la razón y la experimentación nos muestran que en los libros sagrados hay datos incorrectos  por ejemplo, la edad de tierra; pero eso no significa que todos lo datos de los libros sagrados sean falsos: la arqueología unas veces encuentra pistas en ellos para hacer hallazgos y otras confirma son proponérselo, algunas leyendas e historias sagradas, sin que eso signifique que todas son ciertas.

La física y las matemáticas, por su parte, carecen de ética y nos guste o no, durante milenios la religión fue la única guía moral de la humanidad, si hubo preceptos religiosos que ahora nos parecen cuestionables, corresponden a épocas en las que todas las personas hacían cosas que en el presente nos parecen cuestionables, mientras que nosotros hacemos cosas que a ellos les habrían parecido abominables (¿como permitir que una mujer salga de su casa sin un varón que la acompañe?; ¿como dar los mismo derechos a un hijo nacido en una matrimonio que a uno nacido en el pecado?) y sin embargo, para nosotros lo abominable sería hacer lo contrario.

Así que el respeto es el siguiente paso: una vez que entendemos que la verdad absoluta y revelada sólo lo es para nosotros mismos a menos que logremos convencer al vecino de nuestra verdad, no se la podemos imponer si podemos suponer que nuestra verdad es superior a la suya o la suya inferior a la nuestras. En el respeto todas las verdades poseen la misma dignidad y derecho a coexistir siempre que no atenten contra la vida, la dignidad humana y la coexistencia pacífica entre distintas verdades. No se trata de relativizar o de creer que la verdad es algo relativo; sino de entender que una verdad sólo es absoluta para quien la defiende y que eso no hace que las otras sean relativas; es difícil entenderlo, pero ninguna lo es y entender eso es indispensable para establecer el respeto.

Esto nos lleva a los más difícil: el diálogo; pero una vez que entendemos que la verdad no se impone ni es intrínsecamente superior, hay posibilidades de dialogar. En México suele decirse que no hay que hablar de futbol, política no religión; el resultado es un país lleno de fanáticos que juegan mal, apoyan a pésimos equipos y se decepcionan cada cuatro años pro el desempeño de una selección que no tiene bases culturales, educativas o de diálogo para ser buena.

La política está anclada en algún lugar de la guerra fría y dominada por tres partidos que aun en su interior temen al diálogo y creen que la diversidad es una debilidad; pero aún, evitan discutir los grandes problemas nacionales, sólo se acusan unos a otros de haberlos generado pero nunca se sientan a buscar una solución.

En religión, vivimos en un país en el que se teme hablar de religión, hasta de la propia; en el que las personas religiosas evitan a las ateas, las ateas a las religiosas, los protesantes desprecian a los católicos, los católicos a los protestantes y todos se odian a todos y para no odiarse prefieren hablar del clima y del tráfico, pero el conflicto sigue sin resolverse. Y todo conflicto que no se resuelve crece.

¿Propongo algo? Sí, propongo comprender, respetar y diálogar y sobre cada uno de esos elementos seguiré escribiendo.




miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una educación sin odio

La tolerancia es un paso necesario, pero insuficiente para vivir en paz. La paz es necesaria para crecer, para progresar, para prosperar. Una sociedad sin paz es una sociedad con un presente tormentoso y un futuro dudoso... no importa cómo haya sido su pasado, aunque la falta de paz presente generalmente proviene de heridas pasadas que no se curan porque no se perdonan. Es cierto que el perdón no revive a los muertos, pero el rencor menos; de hecho el rencor sólo genera más muertes, más dolor y nuevos rencores. ¿A qué viene todo esto?

México es un país lleno de rencores. Desde la primaria nos enseñan a odiar a los españoles "que vinieron a matar indígenas" y contagiarles viruela para "quitarles su oro". También nos enseñan a desconfiar de los extranjeros y en especial los norteamericanos porque ellos "nos arrebataron la mitad de nuestro territorio"; Ya en secundaria nos enseñan a odiar a los extranjeros en general bajo el argumento de que "quieren nuestro petróleo" y no es raro que en preparatoria se nos enseñe a odiar a las religiones porque son "el opio de los pueblos"; bueno, todos esos odios los enseñan en las escuelas públicas y cualquiera que haya asistido a una puede confirmarlo...

La verdad es que un puñado de españoles pudo vencer a los aztecas porque les ayudaron todos los enemigos que los aztecas se echaron encima y no por traidores, sino para liberarse de un reino déspota que cazaba humanos y tiranizaba a todos sus vecinos. La siguiente verdad es que los norteamericanos pudieron ganarle la guerra a México porque encontraron un país dividido, en el que los mexicanos estaban más dedicados a pelear y matarse entre ellos que en defenderse de los invasores. Ese territorio, rico en petróleo, oro y fértiles tierras de cultivo, está mejor en manos de quienes saben convertir los recurso en riqueza y no en ganancias y privilegios para partidos, sindicatos y mafias; por eso las tierras de la alta California siguen fértiles mientras en también fértil bajío se convierte en un desierto; por eso el oro de california se convirtió en leyenda, pero el de las minas mexicanas se convirtió en parrandas; por eso el petróleo texano aún se vende a México mientras el más abundante petróleo del Golfo se fue en burocracia, propaganda y gastos suntuarios. Y no faltará quien me acuse de traidor y neoliberal por escribir eso, lo cual sólo demostrará lo eficaz que es nuestro sistema educativo para enseñar teorías conspirativas en lugar de enseñar matemáticas o... a leer, pero ejemplo.

Pero la educación privada también difunde sus mitos y sus odios; por ejemplo, enseñan que lo mejor que trajeron los españoles fue la religión; no la numeración arábiga, el uso práctico de la rueda o la fundición del hierrro; no señores, la religión. También enseñan que Juárez desamortizó los bienes del clero porque era un masón y un malvado, no porque esos bienes fueran tierras y propiedades inactivas y por lo tanto improductivas. Enseñan, además, que toda ley que se opone a los intereses de los privilegiados o de la iglesia no obedece a razones de ingeniería social, cálculo económico o interés público, sino a simple y pura maldad mezclada con masonería. Enseñan también a hablar inglés, o al menos eso le prometes a los padres que pagan la cuota, pero de geografía, física, biología o historia no enseñan gran cosa. Cualquiera que vea los resultados de la prueba Enlace puede ver si miento o digo la verdad.

El problema es que en general tenemos un sistema educativo público y privado que pierde horas valiosas enseñando a odiar y no a crear, conocer o compartir. Pedir que enseñen a perdonar ya es demasiado.
Sin embargo, es necesario. Crecemos con la cabeza llena de teorías conspirativas y aún los buenos profesores, los que no pierden el tiempo con esas tonterías deben dedicar una parte de su tiempo a corregir, argumentar, explicar, documentar la realidad: que ni todos los masones son políticos ni todos los políticos son masones; que los judíos no se quieren apoderar del país; que a lso norteamericanos no les interesa adueñarse de un territorio que ya fue devastado y squeado por sus propios pobladores; que no hay una conspiración mundial para esterilizar al apoblación mexicana; que tampoco hay una conspiración comunista, ni gay... lo increíble es llegar a la Universidad y ver que ahí en cada semestre me tocaban uno o dos maestros que dedicaban sus horas clase a ignorar el plan de estudios y enseñar teorías conspiorativas, a remover heridas y apromover el odio.  Lo bueno es que en cada semestre hubo también uno o dos maestros dedicados a corregir eso y uno o dos que simplemente cumplian con e plan, enseñaban lo que debían enseñar y hacían de nosotros personas realmente preparadas para desarrollarnos profesionalmente.

Pero el daño está hecho. Los taxistas hablan de territorios en venta (o ya vendidos), los estudiantes aseguran que las universidades erán privatizadas y hasta conocía una abogada que aseguraba que ya había comenzado al aentrega del país a los extranjeros (los extranjeros son las personas que viven en extranjerolandia). Paranoias, conspiraciones y odios por todos lados.

De manera que, si queremos un país en el que la gente sepa tolerar un poco más, perdonar, y dialogar; en el que además, los niños salgan de la primaria con más horas dedicadas a la lectura, las multiplicaciones y la suma de fracciones; en lugar de estupideces sobre odiar a los españoles de hoy por lo que hicieron los de hace quinientos años, lo primero que hay que hacer es dejar de enseñarles a odiar.

¿Porque es tan importante eso?

Simple: sólo hay que salir a la calle y mirar como nadie se cede el paso; como los peatones ven a los automovilistas que no frenan para darles el paso aunque el semáforo este en verde y cómo hay automovilistas que ven a los peatones como unos jodidos aunque ellos mismos estén pagando el coche a cinco años. Hay que ver como en la fila del supermercado el que lleva nos odia al que no los lleva y viceversa. Cómo el que vive en el centro odia al que vive en las orillas, el obrero odia al profesionista y el profesionista al cura; el cura odia al maestro y el maestro al alumno, qiuen a su vez también odia al maestro. Hay odio de clase, odio racial, odio de género, de medio de transporte, de religión y hasta de temas tan intrascendentes como los equipos de futbol (¿la violencia deportiva les hace sentirse ingleses o argentinos?)

Con tanto odio es relativamente sencillo que nadie se solidarice con quien muere en plena calle de un infarto (lo he visto) ni con la anciana que va de pie en el transporte público. Tampoco es extraño que el trabajador crea que su patrón le explota sin preguntarse las deudas o presiones que su patrón debe soportar para evitar la quiebra, mienstras que el asuma, sin saber y sin reflexionar o averiguar, que sus trabajadores le roban. Un país con tanto odio resulta propicio para que el ladrón no sienta que le quita el pan a un trabajador, sino que hace un acto de justicia, el asesino sienta que no comete un crimen, sino un acto de supervivencia y el funcionario corrupto sienta que está cobrando lo que la institción o la patria misma le deben y no le pagaran de otra manera.

En resumen, un país en el que se siembra odio en lso niños es un  país que odio cosecha. Y lo seguirá cosechando mientras no cambie de película, o de telenovela, o mejor apague la televisión y deje de añorar el país de sus abuelos para comenzar a constrirlo él mismo, perdonando al que le arroja el auto, al peatón que se atravieza son mirar... pero sin perdonarse a sí mismo; simn perdonarse esperar alos hijos en segunda fila, sin perdonarse por imprimir la tarea d elso hijos en el trabajo y sin perdonarse por robar el agua o la luz eléctrrica.

Y tal vez, ya puestos a odiar menos, aprendamos a perdonar más los errores ajenos y aprender de los propios. a desconfiar menos y a ser nosotros mismos más confiables; con un poco de confianza se ahorrarían las toneladas de papel que cuesta hacer todo por triplicado, con firma autógrafa y certificado ante notario. ¿Cuanto cuesta hacer en doce trámites lo que podría hacerse en dos o en tres? ¿Cuanto ahoraríamos si los partidos dejaran de querer sentirse más listos? ¿Si los conductores pretendieran ser menos liststo que los otros?

¿Cuánto eleva el precio de todo el ser tan desconfiados, tan poco confiables? ¡cuanto cuesta odiar, si lo convertimos en tiempo, en horas, en dinero, en energía?

¿Cuanto nos costó hoy mismo, esta tarde el odio y la desconfianza? ¿Proponer el perdón y l ainteligencia es sólo una idea bonita o tendría consecuencias prácticas?