La tolerancia es un paso necesario pero insuficiente para la paz... sé que esto ya lo dije, pero es necesario repetirlo y resaltarlo, sobre todo porque la tolerancia no resuelve los conflictos que genera la diversidad, tan sólo los contiene y quizá los posterga.
Con todo, la tolerancia tiene la virtud de permitir la convivencia o por lo menos la coexistencia. Una sociedad sin diversidad no es una sociedad llena de tranquilidad, en la que los conflictos estén ausentes; por el contrario, una sociedad sin diversidad es un mundo de terror, en donde las minorías religiosas o culturales son perseguidas y violentadas, pero también en donde toda una población o por lo menos la mayoría de la población es perseguida, amenazada y agredida por una minoría que pretende establecer la hegemonía de sus ideas e intereses.
Por eso la tolerancia es un valor indispensable: en donde no hay tolerancia tampoco hay diversidad y en donde no hay diversidad su lugar es ocupado por los calabozos, los juicios sumarios, las ejecuciones masivas y la persecución por motivos étnicos, políticos, religiosos o culturales.
La tolerancia es el primer paso hacia una sociedad más justa, pero sólo es el primero. La tolerancia permitió que en EEUU los negros pudieran ingresar a la universidad, pero no levó a Obama a la Presidencia; la tolerancia permite que las mujeres trabajen, pero no les da igualdad de oportunidades profesionales; la tolerancia impide la persecución religiosa, pero no elimina el odio entre religiones.
Sin embargo, la búsqueda de la equidad, de la dignidad y de la justicia no es un camino que se pueda emprender siempre de la misma forma: tuvieron que pasar varias décadas de afroamericanos que se esforzaron por obtener buenas notas, gradarse, demostrar su competencia en el mundo profesional, incursionar en el derecho, la medicina, la alta empresa y la política antes de que uno de ellos pudiera ser votado para Presidente de los Estados Unidos y por personas de todos los colores. Hace más de medio siglo que las mujeres de EEUU y México tienen derecho al voto, pero en muchas empresas aún tienen cerrado el acceso a los puestos directivos y en muchos lugares aún se les paga menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo.
El terreno religioso me interesa de manera especial, pues en mi propio hogar vivo los desafíos de la diversidad y las dificultades del diálogo religioso. Este es uno de los mayores desafíos del presente, pues mientras que otras formas de intolerancia se combaten de manera frontal, institucional y pública, en los temas religiosos lo que hay es un lento y sostenido crecimiento de las hostilidades del cual las instituciones no se interesan y no se habla en público. Aquí la tolerancia se muestra especialmente insuficiente, pues si bien logra impedir que la hostilidad se transforme en violencia, no sirve para establecer puentes de diálogo ni construye más tregua que la que ya construyen las leyes.
El conflicto social permanece y los rencores apenas se disimulan: las religiones compiten unas con otras y no siempre por salvar más almas y sí por ganar los mejores números. Al veces ni siquiera compiten por mostrar el mejor ejemplo de rectitud moral, de congruencia ideológica o de acciones humanitarias; sino llana y simplemente compiten por tener el proselitismo más efectivo. Pero la situación entre religiosos y no religiosos, o anti-religiosos tampoco es menor: mientras que hay religiosos que desearían llevar a los ateos a la hoguera, hay ateos que quisieran volver a las glorias soviéticas y llevar a las personas religiosas a morir a Siberia. De eso hablo en mi entrada sobre
"Los nuevos cruzados".
¿Que hay en materia religiosa más allá de la tolerancia? Pues hay varias cosas: hay comprensión, hay respeto, hay diálogo.
Hay comprensión, o debe haberla, porque en los extremos del conflicto entre religiosos y no religiosos lo que se enfrenta son dos verdades que no son absolutas pero ellos absolutizan. Lo pondré, por ahora, de manera muy simple y lo desarrollaré mejor en una próxima publicación: las personas religiosas defienden una verdad revelada por Dios. No es poca cosa, pero en la medida de que son ellos quienes creen que esa verdad es revelada por Dios, esa verdad es absoluta sólo para ellos y no para las personas de otras religiones ni para los ateos. Este límite es la comprensión necesaria.
Para los ateos extremistas y los anticlericales, la revelación que defiende a veces es la ciencia, pero con mayor frecuencia la revelación que los guía no es la ciencia, sino el convencimiento de que las religiones son falsas; una vez más la comprensión necesaria aquí es que esa verdad llevada al absoluto, que todas las religiones son falsas, es válida y verdadera sólo para ellos; no para los escépticos, no para las personas con una religión; no para los místicos, ni siquiera para todos los científicos.
Lo segundo es el respeto: imaginemos a Moisés a Abraham, a Buda o a Mahoma a mitad de la calle. Cada uno de ellos recibió una revelación genuina, absoluta, trascendental y personal. Cada uno de ellos recibió la encomienda de transmitir esa verdad. Imaginemos que todos están parados, predicando en la misma plaza y en esa plaza también tienen sus respectivos lugares Carl Sagan, Richard Dawkins y Stephen Hawking. También ellos representan verdades que si bien no fueron sobrenaturalmente reveladas, sí lo fueron por la razón, la experimentación.
Ahora bien, la razón y la experimentación nos muestran que en los libros sagrados hay datos incorrectos por ejemplo, la edad de tierra; pero eso no significa que todos lo datos de los libros sagrados sean falsos: la arqueología unas veces encuentra pistas en ellos para hacer hallazgos y otras confirma son proponérselo, algunas leyendas e historias sagradas, sin que eso signifique que todas son ciertas.
La física y las matemáticas, por su parte, carecen de ética y nos guste o no, durante milenios la religión fue la única guía moral de la humanidad, si hubo preceptos religiosos que ahora nos parecen cuestionables, corresponden a épocas en las que todas las personas hacían cosas que en el presente nos parecen cuestionables, mientras que nosotros hacemos cosas que a ellos les habrían parecido abominables (¿como permitir que una mujer salga de su casa sin un varón que la acompañe?; ¿como dar los mismo derechos a un hijo nacido en una matrimonio que a uno nacido en el pecado?) y sin embargo, para nosotros lo abominable sería hacer lo contrario.
Así que el respeto es el siguiente paso: una vez que entendemos que la verdad absoluta y revelada sólo lo es para nosotros mismos a menos que logremos convencer al vecino de nuestra verdad, no se la podemos imponer si podemos suponer que nuestra verdad es superior a la suya o la suya inferior a la nuestras. En el respeto todas las verdades poseen la misma dignidad y derecho a coexistir siempre que no atenten contra la vida, la dignidad humana y la coexistencia pacífica entre distintas verdades. No se trata de relativizar o de creer que la verdad es algo relativo; sino de entender que una verdad sólo es absoluta para quien la defiende y que eso no hace que las otras sean relativas; es difícil entenderlo, pero ninguna lo es y entender eso es indispensable para establecer el respeto.
Esto nos lleva a los más difícil: el diálogo; pero una vez que entendemos que la verdad no se impone ni es intrínsecamente superior, hay posibilidades de dialogar. En México suele decirse que no hay que hablar de futbol, política no religión; el resultado es un país lleno de fanáticos que juegan mal, apoyan a pésimos equipos y se decepcionan cada cuatro años pro el desempeño de una selección que no tiene bases culturales, educativas o de diálogo para ser buena.
La política está anclada en algún lugar de la guerra fría y dominada por tres partidos que aun en su interior temen al diálogo y creen que la diversidad es una debilidad; pero aún, evitan discutir los grandes problemas nacionales, sólo se acusan unos a otros de haberlos generado pero nunca se sientan a buscar una solución.
En religión, vivimos en un país en el que se teme hablar de religión, hasta de la propia; en el que las personas religiosas evitan a las ateas, las ateas a las religiosas, los protesantes desprecian a los católicos, los católicos a los protestantes y todos se odian a todos y para no odiarse prefieren hablar del clima y del tráfico, pero el conflicto sigue sin resolverse. Y todo conflicto que no se resuelve crece.
¿Propongo algo? Sí, propongo comprender, respetar y diálogar y sobre cada uno de esos elementos seguiré escribiendo.