jueves, 14 de octubre de 2010

La muerte, en blanco y negro



Todos moriremos, la mayoría de nosotros desconocemos como y cuando será. Esta incertidumbre sobre lo inevitable da consuelo y esperanza a muchos; consuelo, porque les conforta pensar que ocurrirá en mucho, mucho tiempo; esperanza, porque confían en que será de alguna manera idílica: sin dolor, en una cama, rodeados de nietos, amigos y admiradores... es común escuchar que la gente desea que ocurra sin dolor, si es posible de un infarto fulminante, preferentemente al final de una vejez tranquila y saludable.  El hedonismo de la muerte. 


Las personas temen a morir tras una larga y penosa enfermedad (el cáncer es mencionado en forma recurrente), pero sobre todo les da pavor la perspectiva de una muerte violenta, por más rápida que pueda ser. Se teme a los delincuentes, los ladrones, los asesinos y las balas perdidas; se teme a las altas velocidades en automóvil, pero , sobre todo, prevalece el temor a volar ante la imagen de un accidente de aviación en donde los  restos queden esparcidos en un área de varios kilómetros, carbonizados y mezclados con los de gente de alguna raza o ideología que les desagrada. 

Hay también una cantidad de personas que temen morir mientras duermen (ver la oración para antes de entregarse al sueño), ya sea porque les atemoriza que la muerte les tome desprevenidos, porque durante el sueño uno queda indefenso ante eventualidades como un terremoto o un incendio (entre otras posibles), porque entrar en el sueño es introducirse en un mundo en que todo está fuera de orden y ajenos a nuestra voluntad (como si fiuera distinto cuando estamos despiertos) o una combinación de todos los anteriores. 

Para la intranquilidad de todos, ni los accidentes de avión, ni los de auto se encuentran entre las cinco causas de muerte más comunes en el mundo; pero sí figuran los infartos (buenas noticias para quienes anhelan una muerte rápida e indolora), distintas formas de cáncer, así como los trastornos derivados de la diabetes mellitus. 

En un país como México, es más peligroso llevar una vida sedentaria y "segura" que viajar en avión o tomar el automóvil para conducir de la Ciudad de México a Tijuana (que no es poca cosa): mueren más personas a causa del cigarro, la coca cola y los tacos al pastor que por balas perdidas, aviones averiados, o conductores borrachos. 

Un par de datos más en este campo, son que ponerse el cinturón de seguridad reduce el riesgo de muerte en más de 70 por ciento y ponerse el casco en una motocicleta reduce el riesgo en más de 90 por ciento... menciono esto porque en este país abunda la gente a la que incomoda usar estas cosas y viven seguras de que nada les pasará, cuando son precisamente ese 30 por ciento de pasajeros (o conductores) y ese 10 por ciento de moteros los que terminan tirados en el pavimento integrando la estadística de fallecimientos.

Una condena a muerte puede hacer desdichados los últimos días de cualquier reo, pero en varios estados de EEUU garantiza una muerte tranquila e indolora, mucho más que las víctimas del crimen o las muertes comunes por enfermedad. Conocer la hora y el lugar no es necesariamente tan malo, pero tampoco es tan remoto como la mayoría piensa: el hospital de mayor confianza (o el más cercano), la ducha, el sofá y la cama en la que dormimos cada noche son los lugares de muerte más comunes, aunque la edad aproximada varía según el país y los hábitos (o vicios) de cada quien.  

Se antoja más peligroso huir de la muerte que buscarla: una vida hedonista deriva en más dolor y enfermedad que una dedicada a los viajes o los deportes extremos; una existencia sosa y aburguesada tampoco está extensa de peligro y el anhelo de fallecer después de una larga vida representa un conjunto de riesgos que le quitan todo lo idílico que puede tener esta imagen. 

Al final,parece que lo más sensato es dejar de tener miedo, subir una montaña, comprar una motocicleta y tener listo el testamento, aunque sólo se tengan 17 años y la única posesión sea una bicicleta (los parientes pelearán por ella, no lo dudes). La vida no se hará más larga ni más corta, pero al menos resultará más interesante y ocupados en vivir dejaremos de pensar en el obscuro e incierto escenario de la propia muerte: lo único seguro es que llegará. 

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