martes, 19 de agosto de 2014
Los triunfadores van en bicicleta 4
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viernes, 30 de mayo de 2014
Bajo el Signo de Caín
En la oscuridad puedo oír tu voz
¿Qué herencia he de pagar?
¡Qué antiguo es el castigo!
Tu que eres Dios atrévete:
maldíceme con tu perdón.
Líbrame Señor del miedo y del dolor
y devuélveme la paz
Fin de cuenta atrás...
tu silencio es mi temor.
Dios de Dios
Vivo sin saber de ti y bajo el signo de Caín.
Si te profané confúndeme la fé
Si te profané confúndeme la fé
Si no te importa lo que soy
libre déjame que quiero hablar con otro dios...
Dios de Dios
Dios de Dios
Vivo sin saber de ti y bajo el signo de Caín.
Tu silencio es mi temor
Tu silencio es mi temor
Vivo sin saber de ti
y bajo el signo de Caín.
Vivo sin saber...
Bajo el signo de Caín
Tu silencio es mi temor
Tu silencio...
Tu silencio
Vivo sin saber ...
Vivo sin saber...
Bajo el signo de Caín
Tu silencio es mi temor
Tu silencio...
Tu silencio
Vivo sin saber ...
Miguél Bosé
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viernes, 9 de mayo de 2014
Leer es Cool 3
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Los triunfadores van en bicicleta 3
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Hay que aprender Historia
Casi nadie conoce la historia de su país. Menos la historia de la humanidad o la de la Tierra. Pero a todos nos gustan las historias. Los relatos épicos, desde el Cantar de Mío Cid hasta Canción de Hielo y Fuego, nos inspiran, nos aterran, nos emocionan, nos enseñan los más altos valores y nos previenen ante la debilidad humana.
Nos encanta leer o ver en el cine cómo un huérfano se convierte en líder de una gran ejército: El pastor David, el despojado Robin Hood, el desterrado Ivanhoe, el traicionado Corsario negro, la valerosa Juana de Arco, el humilde Harry Potter.
Nos emocionan las historias de valor, de fidelidad y persistencia, no importa si el protagonista se llama Job, Noé, el rey Leónidas, el Rey Arturo, Ricardo Corazón de León, Cristobal Colón, James Bond e Indiana Jones. Admiramos el ingenio de Salomón, Ulises, César, Napoleón, Mc Arthur, Sherlock, House...
Nos apasionan los romances de Dafnis y Cloe, Cleopatra y Marco Antonio, Tristán e Isolda, Ruy Díaz y Doña Jimena, Romeo y Julieta, Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, Scarlett O'Hara y Rhet Butler.
Sería tan sencillo, divertido y eficaz enseñar así la historia. Como la gran aventura que es y no como la inútil lista de nombres y fechas, que se presentan aislados, sin contexto ni sentido. Que la gente no aprenda historia es un problema mayor. Somos como Lucy Whitmore, de 50 first Dates, condenada a repetir una y otra vez el mismo día de su vida hasta que Henry se atreve a cambiar esa interminable repetición. Una sociedad o una nación no conoce su historia es como una persona sin memoria.
No aprovechamos las enseñanzas de la historia, nos dejamos engañar por todo tipo de falsos caudillos y salvadores. Creemos que las guerras civiles funcionan, que la violencia es el motor de la historia, que todo ha sido siempre igual de malo y así seguirá. Necesitamos aprender historia, aprovecharla.
Memorizar algunas fechas para olvidarlas después del día del examen, aprenderse unos cuantos nombres de héroes y villanos sin entender por qué se les considera héroes y villanos o repetir alguna frase de propaganda oficial como si fuera un hecho o una realidad histórica son las maneras más eficaces de desperdiciar el tiempo de los niños, aburrirlos y hacerles odiar la escuela, sin enseñarles historia.
La historia oficial está llena de engaños y maniqueísmos. Pero sobre todo, de vacíos, de fechas y nombres que se presentan sin sentido. Estoy seguro que la historia se puede enseñar de otra manera. De una manera provechosa, veraz y emocionante.
Para no ir demasiado lejos, comencemos por el movimiento de independencia. La celebramos el 16 de septiembre, con una ceremonia que comienza con el primer minuto del día (igual el Año Nuevo), sin embargo el 17 de septiembre de 1810 y los once años que siguieron el territorio que hoy se llama México siguió llamándose Nueva España y estuvo gobernado por virreyes, miembros de la Real Audiencia, corregidores, intendentes y cabilderos. Se nos cuenta que Hidalgo fue fusilado en 1811, Morelos en 1812 y luego sigue una oscura sucesión de nombres hasta Iturbide y Victoria. Los libros de educación básica mencionan de pasada a Juan de O'Donojú, pero no se molestan en explicar cuál fue su aportación a la independencia mexicana, por eso a muy pocos les suena el nombre.
Por cierto: ¿Cuántas personas saben que el Acta de Independencia se firmó el 28 de septiembre de 1821? Cuántas personas saben por qué el desfile conmemorativo es el 16 y no el 28 de septiembre?
A propósito, si España perdió la guerra de independencia contra México ¿Por qué nadie conmemora esa gloriosa batalla? ¿Acaso no hubo batalla? ¿Será que los villanos Iturbide y O'Donojú pactaron la fundación de México con un poco heroico (según los cánones de la SEP) apretón de manos?
Tal vez sería muy provechoso para la identidad nacional saber que la fundación de la nación mexicana no fue un acto sangriento (aunque los marxistas veneren ese mantra de que "la violencia es la partera de la historia"). México se fundó con un acto de cordura, de sentido común y de caballerosidad en el que dos enemigos eligieron ser aliados, acabaron con una guerra y fundaron un país. Don Juan de O'Donojú y Agustín de Iturbide, a quienes la historia oficial coloca en la vitrina de los villanos fueron también padres de la patria.
Pero esas son minucias. Hidalgo y Morelos con sus actos e ideas (liberales, por cierto) tienen méritos suficientes para ser considerados padres de la patria. La enseñanza de la historia como una larga lista de fechas y nombres sin contexto ni sentido genera problemas mayores.
Por ejemplo, he tenido que aclarar en más de una ocasión que Miguel Hidalgo y Costilla no era médico ni tenía relación de parentesco con Don Quijote (el ingenioso hidalgo).
Es fácil confundirse para quienes fueron sometidos a la memorización de un par de fechas y hechos: que Hidalgo era el "cura de dolores" y cabalgó desde San Miguel en plena noche para atender "el grito de dolores" (serían dolores de parto? En serio, hay gente que se sorprende cuando descubre que Dolores (Congregación de nuestra Señora de los Dolores) es la ciudad en donde Miguel Hidalgo ejercía como párroco (cura).
También he tenido que aclarar en más de una ocasión que José María Morelos y Pavón no es una lista de personas (José, María, Morelos y Pavón) lo cual se comprende al ver que se escribe sin comas pero ¿Quién en este país sabe usar las comas?
Algo parecido ocurre con Miguél Miramón y Tomás Mejía. Cualquiera que lea el pie de imagen en las monografías de papelería que dicen "Fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía") puede suponer que era una sola persona con el apellido compuesto. De cualquier manera muy poca gente fuera de Querétaro sabe quiénes fueron fusilados en el cerro de las Campanas.
De José María Morelos y Pavón lo que se dice en la enseñanza básica es que también era cura y generalísimo (tal vez era altísimo, listísimo, fortísimo y valientísimo) y que era el "Siervo de la Nación". Sólo cuando uno crece y lee la historia de la asamblea constituyente de Apatzingán logra entender lo que eso significa.
Lo que enseñan después es que en los primeros años de vida independiente los presidentes no duraban mucho tiempo, pero si se llamaban Antonio López de Santa Anna podían regresar a Palacio Nacional cuantas veces quisieran (la mayoría escribe Santana e imagina que es antepasado del músico). De Santa Anna tampoco enseñan gran cosa, salvo que puso impuestos sobre puertas y ventanas, que "vendió" la mitad del territorio nacional y que tenía una pata de palo. En las escuelas llaman "venta" a perder una guerra, de ahí a llamar "venta" a perder una elección sólo es una forma de prolongar el autoengaño.
Ah, así como no explican que México perdió esa guerra (aunque se conmemora cada 13 de septiembre el día de la derrota, pero no se le da ese nombre) tampoco nos cuentan que el rencor hacia los Estados Unidos fue un ingrediente importante en los conflictos políticos de los años que siguieron. En esos años ocurrieron dos guerras civiles que la mayoría desconoce: la revolución de Ayutla y la guerra de Reforma.
De todos estos años lo que logran retener los más afortunados es que se relacionan con la Constitución de 1857 aunque la respuesta más frecuente (en caso de recordar algo) será que la guerra de Reforma terminó con la Constitución (en realidad comenzó con ella). También se nos enseña que México se dividía entre liberales (los buenos, antes de ser "neo" y unirse al lado oscuro) y conservadores (los malos). Del Tratado McLane Ocampo no se habla.
La historia como la enseñan en la escuela es injusta hasta con sus personajes más venerados. Hacen parecer que el gran mérito de Benito Juárez fue llegar de pastor de ovejas en Oaxaca a Presidente de la República y pasan por alto su trayectoria como profesor, rector de la universidad oaxaqueña, ministro de la suprema corte, ideólogo liberal, creador de leyes y fundador de instituciones.
Los profesores más jacobinos a lo más que llegan es a ensalzar su anticlericalismo, aunque probablemente ignoran su formación de seminarista y su asistencia a misa dominical en compañía de Doña Margarita. Los más decididos enseñan que desamortizó los bienes del clero, aunque no enseñan y probablemente no saben que significa "desamortización" ni se molestan en explicar la palabra "benemérito".
Una explicación breve: el título de "benemérito de las Américas le fue dado a Juárez por el gobierno de colonia luego de expulsar a los franceses en 1867. ¿Pero cómo, si la Batalla de Puebla fue en 1862?
Más allá de las fechas y nombres obligatorios: Batalla de Puebla el 5 de Mayo de 1862, ganada por los mexicano bajo el mando del general Ignacio Zaragoza, no queda claro si la la intervención francesa y la guerra de los pasteles son dos nombres diferentes para la misma guerra, ni si la guerra de los pasteles era un musical o un acto de circo.
La superficial enseñanza oficial nos deja con la idea de que en ella ocurrió la victoria definitiva para los mexicanos... pero no. En realidad fue una significativa victoria previa a una gran derrota seguida por una larga resistencia. La verdadera guerra entre México y Francia se prolongó por cinco años más, mientras dos gobiernos se disputaban el país; por un lado el liberal Benito Juárez y por el otro el también liberal Maximiliano de Habsburgo, a quien poca maldad se le puede atribuir fuera de ser rubio, extranjero y barbón en un país de lampiños.
Con acierto se señala que Juárez recorría el territorio nacional manteniendo con vida un precario pero indoblegable gobierno republicano. Se omite mencionar los compromisos que hizo con EEUU (el país que pocos años antes se llevó la Alta California y Nuevo México como botín de guerra) para obtener apoyo y financiamiento.
Pero si Juárez andaba ocupado reuniendo tropas, dinero y armas para recuperar el territorio nacional ¿Quiénes luchaban en los campos de batalla? Ignacio Zaragoza, el héroe de Puebla no pudo, porque murió de tifus cuatro meses después de que las armas mexicanas de cubrieran de gloria. Los poco conocidos héroes de la intervención francesa incluyen a los generales Miguel Negrete, Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid, todos ellos borrados de la lista de "los buenos" porque más tarde fueron funcionarios en el gobierno del mayor héroe militar de la resistencia y victoria contra los franceses: el general Porfirio Díaz
Supongo que a la SEP le parece difícil explicar que el villanísimo Don Porfirio fue un juarista, patriota y héroe nacional, aunque eso ayudaría a comprender por qué lo reeligieron tantas veces (No, no fue fraude, fue voluntad popular, igual que todas las veces que Juárez fue reelecto).
Hay que regresar a Juárez, a quien se le recuerda por lo anecdótico mientras se olvida el valor de sus ideas, su esfuerzo y su legado. "Benito Juárez fue un indígena zapoteco que nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao Oaxaca. De origen humilde, se crió con su tío quien se empleaba como pastor de ovejas hasta que perdió una y tuvo que huir a la ciudad de Oaxaca en donde estudio leyes. Se unió al partido liberal y se hizo presidente. Venció a Maximiliano. Dijo "el respeto al derecho ajeno es la paz" y el es Benemérito de las Américas.
¿Qué significa "el respeto al derecho ajeno es la paz"? Debemos admitir que el sentido de la frase está lejos del alcance del ciudadano promedio. A Kant le tomó un párrafo explicar la misma idea y a Constant una página entera; no se entiende sin precisar antes qué es el derecho ajeno, en qué consiste su respeto y a qué paz se refiere.
Cuando era niño (yo) intentaba entender su significado y al no hallarlo (no había Internet) imaginaba que la frase era importante porque Juárez la había dicho en algún momento importante, tal vez ante la Asamblea General dela ONU. Cuando supe que en tiempos de Juárez todavía no existía la ONU pensé que a lo mejor la había pronunciado a propósito de una sentencia como ministro de la Corte, o la usó para seducir a Margarita y se hizo famosa después de que la primera dama la contaba en todas las tertulias...
La duda persistió por años y cuando cursé la universidad imaginaba que un lunes muy temprano, el presidente despertó llenó de inspiración y fervor patriótico, abrió el balcón de su recámara y ante los madrugadores que colocaban los primeros puestos de frutas, gelatinas y tamales en el Zócalo exclamó inspirado "caray, que bonito día, no cabe duda que el respeto al derecho ajeno es la paz... caray, qué buena frase, que tome nota el señor Secretario. Margarita, te encargo un champurrado con dos tamalitos oaxaqueños".
Pero una escena tan doméstica no podría haber llevado esa frase a la inmortalidad, sin duda Juárez la habría pronunciado en un momento históricamente relevante. Así que imaginé a Juárez asistir en una neblinosa madrugada, bajo una capa que ocultaba su identidad a los curiosos, a la helada prisión en la que estaba preso Maximiliano esperando su sentencia. El presidente de la recobrada república sería conducido a la celda del príncipe, quien se pone de pie, mira a los ojos al su enemigo y le dice algo como "no pediré clemencia para mí, pero sí para mis soldados, que sólo cumplieron órdenes", a lo que Juárez responde, sus soldados son de México, pero los generales ya comparecen ante la justicia. Sólo he venido a recordarle que entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz". Quedaría perfecta con la interpretación de Luis Felipe Tovar en el papel de Maximiliano y Diego Luna interpretando a Juárez, Martha Higareda en el papel de Margarita Maza y Michelle Vieth como la mítica Carlota.
Así es la verdadera historia: un gran relato lleno de acción, intriga, romance, peligro y actos inspiradores.
Miguel Hidalgo enseñando a los indígenas a cultivar la seda y la miel, Morelos rechazando el título de "generalísimo" mientras solicita que se le llame simplemente "servidor de la patria"; Allende y O'Donojú al frente de sus respectivos ejércitos, tiran sus armas al suelo y caminan hasta hallarse a suficiente distancia para decir: "¿Seguimos ordenando a nuestros soldados que se masacren unos a otros o arreglamos esto como gente civilizada?"; Juárez avanzando lentamente, con mérito y esfuerzo en su carrera académica y política, Juárez recorriendo el país en un carruaje polvoriento, rodeado de enemigos, lleno de fe en una república que parece condenada a fracasar; Maximiliano sorprendiendo a todos con sus proyectos de inversión, sus leyes liberales, su respeto a los enemigos; Porfirio Díaz organizando la resistencia, ganando pequeñas batallas, sobreviviendo, reuniendo un ejército y poniéndolo a disposición de Juárez. Un viejo Don Porfirio que decide quitarse de enmedio para que México recupere la paz. Luego, décadas de intrigas y traiciones, saqueos y vandalismo entre pandillas armadas que se matan entre sí hasta que el más inteligente entre todos ellos pregunta de nuevo: "¿Seguimos ordenando a nuestros soldados que se masacren unos a otros o arreglamos esto como gente civilizada?".
Arreglar las cosas como gente civilizada no es una traición, sino una virtud. Es tiempo de enseñarlo.
Nos encanta leer o ver en el cine cómo un huérfano se convierte en líder de una gran ejército: El pastor David, el despojado Robin Hood, el desterrado Ivanhoe, el traicionado Corsario negro, la valerosa Juana de Arco, el humilde Harry Potter.
Nos emocionan las historias de valor, de fidelidad y persistencia, no importa si el protagonista se llama Job, Noé, el rey Leónidas, el Rey Arturo, Ricardo Corazón de León, Cristobal Colón, James Bond e Indiana Jones. Admiramos el ingenio de Salomón, Ulises, César, Napoleón, Mc Arthur, Sherlock, House...
Nos apasionan los romances de Dafnis y Cloe, Cleopatra y Marco Antonio, Tristán e Isolda, Ruy Díaz y Doña Jimena, Romeo y Julieta, Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy, Scarlett O'Hara y Rhet Butler.
Sería tan sencillo, divertido y eficaz enseñar así la historia. Como la gran aventura que es y no como la inútil lista de nombres y fechas, que se presentan aislados, sin contexto ni sentido. Que la gente no aprenda historia es un problema mayor. Somos como Lucy Whitmore, de 50 first Dates, condenada a repetir una y otra vez el mismo día de su vida hasta que Henry se atreve a cambiar esa interminable repetición. Una sociedad o una nación no conoce su historia es como una persona sin memoria.
No aprovechamos las enseñanzas de la historia, nos dejamos engañar por todo tipo de falsos caudillos y salvadores. Creemos que las guerras civiles funcionan, que la violencia es el motor de la historia, que todo ha sido siempre igual de malo y así seguirá. Necesitamos aprender historia, aprovecharla.
Memorizar algunas fechas para olvidarlas después del día del examen, aprenderse unos cuantos nombres de héroes y villanos sin entender por qué se les considera héroes y villanos o repetir alguna frase de propaganda oficial como si fuera un hecho o una realidad histórica son las maneras más eficaces de desperdiciar el tiempo de los niños, aburrirlos y hacerles odiar la escuela, sin enseñarles historia.
La historia oficial está llena de engaños y maniqueísmos. Pero sobre todo, de vacíos, de fechas y nombres que se presentan sin sentido. Estoy seguro que la historia se puede enseñar de otra manera. De una manera provechosa, veraz y emocionante.
Para no ir demasiado lejos, comencemos por el movimiento de independencia. La celebramos el 16 de septiembre, con una ceremonia que comienza con el primer minuto del día (igual el Año Nuevo), sin embargo el 17 de septiembre de 1810 y los once años que siguieron el territorio que hoy se llama México siguió llamándose Nueva España y estuvo gobernado por virreyes, miembros de la Real Audiencia, corregidores, intendentes y cabilderos. Se nos cuenta que Hidalgo fue fusilado en 1811, Morelos en 1812 y luego sigue una oscura sucesión de nombres hasta Iturbide y Victoria. Los libros de educación básica mencionan de pasada a Juan de O'Donojú, pero no se molestan en explicar cuál fue su aportación a la independencia mexicana, por eso a muy pocos les suena el nombre.
Por cierto: ¿Cuántas personas saben que el Acta de Independencia se firmó el 28 de septiembre de 1821? Cuántas personas saben por qué el desfile conmemorativo es el 16 y no el 28 de septiembre?
A propósito, si España perdió la guerra de independencia contra México ¿Por qué nadie conmemora esa gloriosa batalla? ¿Acaso no hubo batalla? ¿Será que los villanos Iturbide y O'Donojú pactaron la fundación de México con un poco heroico (según los cánones de la SEP) apretón de manos?
Tal vez sería muy provechoso para la identidad nacional saber que la fundación de la nación mexicana no fue un acto sangriento (aunque los marxistas veneren ese mantra de que "la violencia es la partera de la historia"). México se fundó con un acto de cordura, de sentido común y de caballerosidad en el que dos enemigos eligieron ser aliados, acabaron con una guerra y fundaron un país. Don Juan de O'Donojú y Agustín de Iturbide, a quienes la historia oficial coloca en la vitrina de los villanos fueron también padres de la patria.
Pero esas son minucias. Hidalgo y Morelos con sus actos e ideas (liberales, por cierto) tienen méritos suficientes para ser considerados padres de la patria. La enseñanza de la historia como una larga lista de fechas y nombres sin contexto ni sentido genera problemas mayores.
Por ejemplo, he tenido que aclarar en más de una ocasión que Miguel Hidalgo y Costilla no era médico ni tenía relación de parentesco con Don Quijote (el ingenioso hidalgo).
Es fácil confundirse para quienes fueron sometidos a la memorización de un par de fechas y hechos: que Hidalgo era el "cura de dolores" y cabalgó desde San Miguel en plena noche para atender "el grito de dolores" (serían dolores de parto? En serio, hay gente que se sorprende cuando descubre que Dolores (Congregación de nuestra Señora de los Dolores) es la ciudad en donde Miguel Hidalgo ejercía como párroco (cura).
También he tenido que aclarar en más de una ocasión que José María Morelos y Pavón no es una lista de personas (José, María, Morelos y Pavón) lo cual se comprende al ver que se escribe sin comas pero ¿Quién en este país sabe usar las comas?
Algo parecido ocurre con Miguél Miramón y Tomás Mejía. Cualquiera que lea el pie de imagen en las monografías de papelería que dicen "Fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía") puede suponer que era una sola persona con el apellido compuesto. De cualquier manera muy poca gente fuera de Querétaro sabe quiénes fueron fusilados en el cerro de las Campanas.
De José María Morelos y Pavón lo que se dice en la enseñanza básica es que también era cura y generalísimo (tal vez era altísimo, listísimo, fortísimo y valientísimo) y que era el "Siervo de la Nación". Sólo cuando uno crece y lee la historia de la asamblea constituyente de Apatzingán logra entender lo que eso significa.
Lo que enseñan después es que en los primeros años de vida independiente los presidentes no duraban mucho tiempo, pero si se llamaban Antonio López de Santa Anna podían regresar a Palacio Nacional cuantas veces quisieran (la mayoría escribe Santana e imagina que es antepasado del músico). De Santa Anna tampoco enseñan gran cosa, salvo que puso impuestos sobre puertas y ventanas, que "vendió" la mitad del territorio nacional y que tenía una pata de palo. En las escuelas llaman "venta" a perder una guerra, de ahí a llamar "venta" a perder una elección sólo es una forma de prolongar el autoengaño.
Ah, así como no explican que México perdió esa guerra (aunque se conmemora cada 13 de septiembre el día de la derrota, pero no se le da ese nombre) tampoco nos cuentan que el rencor hacia los Estados Unidos fue un ingrediente importante en los conflictos políticos de los años que siguieron. En esos años ocurrieron dos guerras civiles que la mayoría desconoce: la revolución de Ayutla y la guerra de Reforma.
De todos estos años lo que logran retener los más afortunados es que se relacionan con la Constitución de 1857 aunque la respuesta más frecuente (en caso de recordar algo) será que la guerra de Reforma terminó con la Constitución (en realidad comenzó con ella). También se nos enseña que México se dividía entre liberales (los buenos, antes de ser "neo" y unirse al lado oscuro) y conservadores (los malos). Del Tratado McLane Ocampo no se habla.
La historia como la enseñan en la escuela es injusta hasta con sus personajes más venerados. Hacen parecer que el gran mérito de Benito Juárez fue llegar de pastor de ovejas en Oaxaca a Presidente de la República y pasan por alto su trayectoria como profesor, rector de la universidad oaxaqueña, ministro de la suprema corte, ideólogo liberal, creador de leyes y fundador de instituciones.
Los profesores más jacobinos a lo más que llegan es a ensalzar su anticlericalismo, aunque probablemente ignoran su formación de seminarista y su asistencia a misa dominical en compañía de Doña Margarita. Los más decididos enseñan que desamortizó los bienes del clero, aunque no enseñan y probablemente no saben que significa "desamortización" ni se molestan en explicar la palabra "benemérito".
Una explicación breve: el título de "benemérito de las Américas le fue dado a Juárez por el gobierno de colonia luego de expulsar a los franceses en 1867. ¿Pero cómo, si la Batalla de Puebla fue en 1862?
Más allá de las fechas y nombres obligatorios: Batalla de Puebla el 5 de Mayo de 1862, ganada por los mexicano bajo el mando del general Ignacio Zaragoza, no queda claro si la la intervención francesa y la guerra de los pasteles son dos nombres diferentes para la misma guerra, ni si la guerra de los pasteles era un musical o un acto de circo.
La superficial enseñanza oficial nos deja con la idea de que en ella ocurrió la victoria definitiva para los mexicanos... pero no. En realidad fue una significativa victoria previa a una gran derrota seguida por una larga resistencia. La verdadera guerra entre México y Francia se prolongó por cinco años más, mientras dos gobiernos se disputaban el país; por un lado el liberal Benito Juárez y por el otro el también liberal Maximiliano de Habsburgo, a quien poca maldad se le puede atribuir fuera de ser rubio, extranjero y barbón en un país de lampiños.
Con acierto se señala que Juárez recorría el territorio nacional manteniendo con vida un precario pero indoblegable gobierno republicano. Se omite mencionar los compromisos que hizo con EEUU (el país que pocos años antes se llevó la Alta California y Nuevo México como botín de guerra) para obtener apoyo y financiamiento.
Pero si Juárez andaba ocupado reuniendo tropas, dinero y armas para recuperar el territorio nacional ¿Quiénes luchaban en los campos de batalla? Ignacio Zaragoza, el héroe de Puebla no pudo, porque murió de tifus cuatro meses después de que las armas mexicanas de cubrieran de gloria. Los poco conocidos héroes de la intervención francesa incluyen a los generales Miguel Negrete, Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid, todos ellos borrados de la lista de "los buenos" porque más tarde fueron funcionarios en el gobierno del mayor héroe militar de la resistencia y victoria contra los franceses: el general Porfirio Díaz
Supongo que a la SEP le parece difícil explicar que el villanísimo Don Porfirio fue un juarista, patriota y héroe nacional, aunque eso ayudaría a comprender por qué lo reeligieron tantas veces (No, no fue fraude, fue voluntad popular, igual que todas las veces que Juárez fue reelecto).
Hay que regresar a Juárez, a quien se le recuerda por lo anecdótico mientras se olvida el valor de sus ideas, su esfuerzo y su legado. "Benito Juárez fue un indígena zapoteco que nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao Oaxaca. De origen humilde, se crió con su tío quien se empleaba como pastor de ovejas hasta que perdió una y tuvo que huir a la ciudad de Oaxaca en donde estudio leyes. Se unió al partido liberal y se hizo presidente. Venció a Maximiliano. Dijo "el respeto al derecho ajeno es la paz" y el es Benemérito de las Américas.
¿Qué significa "el respeto al derecho ajeno es la paz"? Debemos admitir que el sentido de la frase está lejos del alcance del ciudadano promedio. A Kant le tomó un párrafo explicar la misma idea y a Constant una página entera; no se entiende sin precisar antes qué es el derecho ajeno, en qué consiste su respeto y a qué paz se refiere.
Cuando era niño (yo) intentaba entender su significado y al no hallarlo (no había Internet) imaginaba que la frase era importante porque Juárez la había dicho en algún momento importante, tal vez ante la Asamblea General dela ONU. Cuando supe que en tiempos de Juárez todavía no existía la ONU pensé que a lo mejor la había pronunciado a propósito de una sentencia como ministro de la Corte, o la usó para seducir a Margarita y se hizo famosa después de que la primera dama la contaba en todas las tertulias...
La duda persistió por años y cuando cursé la universidad imaginaba que un lunes muy temprano, el presidente despertó llenó de inspiración y fervor patriótico, abrió el balcón de su recámara y ante los madrugadores que colocaban los primeros puestos de frutas, gelatinas y tamales en el Zócalo exclamó inspirado "caray, que bonito día, no cabe duda que el respeto al derecho ajeno es la paz... caray, qué buena frase, que tome nota el señor Secretario. Margarita, te encargo un champurrado con dos tamalitos oaxaqueños".
Pero una escena tan doméstica no podría haber llevado esa frase a la inmortalidad, sin duda Juárez la habría pronunciado en un momento históricamente relevante. Así que imaginé a Juárez asistir en una neblinosa madrugada, bajo una capa que ocultaba su identidad a los curiosos, a la helada prisión en la que estaba preso Maximiliano esperando su sentencia. El presidente de la recobrada república sería conducido a la celda del príncipe, quien se pone de pie, mira a los ojos al su enemigo y le dice algo como "no pediré clemencia para mí, pero sí para mis soldados, que sólo cumplieron órdenes", a lo que Juárez responde, sus soldados son de México, pero los generales ya comparecen ante la justicia. Sólo he venido a recordarle que entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz". Quedaría perfecta con la interpretación de Luis Felipe Tovar en el papel de Maximiliano y Diego Luna interpretando a Juárez, Martha Higareda en el papel de Margarita Maza y Michelle Vieth como la mítica Carlota.
Así es la verdadera historia: un gran relato lleno de acción, intriga, romance, peligro y actos inspiradores.
Miguel Hidalgo enseñando a los indígenas a cultivar la seda y la miel, Morelos rechazando el título de "generalísimo" mientras solicita que se le llame simplemente "servidor de la patria"; Allende y O'Donojú al frente de sus respectivos ejércitos, tiran sus armas al suelo y caminan hasta hallarse a suficiente distancia para decir: "¿Seguimos ordenando a nuestros soldados que se masacren unos a otros o arreglamos esto como gente civilizada?"; Juárez avanzando lentamente, con mérito y esfuerzo en su carrera académica y política, Juárez recorriendo el país en un carruaje polvoriento, rodeado de enemigos, lleno de fe en una república que parece condenada a fracasar; Maximiliano sorprendiendo a todos con sus proyectos de inversión, sus leyes liberales, su respeto a los enemigos; Porfirio Díaz organizando la resistencia, ganando pequeñas batallas, sobreviviendo, reuniendo un ejército y poniéndolo a disposición de Juárez. Un viejo Don Porfirio que decide quitarse de enmedio para que México recupere la paz. Luego, décadas de intrigas y traiciones, saqueos y vandalismo entre pandillas armadas que se matan entre sí hasta que el más inteligente entre todos ellos pregunta de nuevo: "¿Seguimos ordenando a nuestros soldados que se masacren unos a otros o arreglamos esto como gente civilizada?".
Arreglar las cosas como gente civilizada no es una traición, sino una virtud. Es tiempo de enseñarlo.
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