Al Cronopio menor,
que puso en mis manos los libros del Cronopio mayor.
Fullcanelli afirma que la fiesta medieval de los locos también también era llamada la fiesta de los sabios y encuentra en ella un profundo sentido alegórico, relacionado con el proceso alquímico tallado en los muros de las catedrales para quien desea y sabe leerlo. Hieronimus Bosch (El Bosco) y Francisco de Goya también mostraron que en la inocencia hay sabiduría y mientras el saber puede estar repleto de necedad.
En suma, la virtud es renuncia a todo menos a la virtud. La virtud es esfuerzo y vigilia, pues quien aspira al saber corre el riesgo de llegar a creer que alcanzó el conocimiento y caer así en la soberbia y la ignorancia. De tal manera, la virtud, es renuncia. El verdadero filósofo renuncia a los honores. El verdadero poeta renuncia a los placeres. El verdadero loco renuncia a su propia inocencia. Porque no basta con ser loco, ni con ser santo, es necesario ponerse a prueba, pulirse y perfeccionarse para obtener el oro espiritual del que habla Fulcanelli.
Pero hay algo más. Fulcanelli también sugiere a veces podemos estar ante una roca que parece plomo, pero es algo muy distinto. Algunas veces el poeta, el místico y el loco son una misma persona.
Era un adolescente cuando escuché por primera vez a Arturo Meza, músico y poeta michoacano nacido en 1956, respetado en los círculos y espíritus marginales. En el primer disco suyo que conseguí (Para un Compa, 1990) encontré arreglos musicales relativamente simples, que enmarcaban letras engañosamente sencillas.
Los arreglos y las melodías refuerzan esa impresión. Cuerdas, vientos y contrapuntos melódicos transcurren con la serena alegría de una balada renacentista. La mezcla de temas místicos, morales y amorosos, la idealización de la mujer, de la mujer concreta que ríe con la boca y la mirada, los aromas del campo, el cielo y la piel... todo ayuda a que, al menos en sus canciones más lograda, uno se sienta irremediablemente medieval.

Cuando se pone místico, Arturo Meza adopta una espiritualidad profética en el sentido antiguo. Más que anunciar el futuro, las letras místicas de Meza denuncian el vicio, la mentira, el hedonismo y la pereza. La música de Meza evoca las virtudes y de un cristianismo que se insinúa con frecuencia sin mostrarse de manera expresa. Imágenes de dolor, consuelo, renuncia, desolación y esperanza son frecuentes. Algunas frases frases de Meza podrían estar en los proverbios, otras en las flamígeras palabras de Habacuc, otras más en el melancólico y a la vez esperanzador libro de Oseas.
Tal vez los mejores momentos para escucharlo y soñar con su música sean cuando el espíritu está lleno de plomo, cuando uno necesita iniciar un nuevo recorrido, cuando los locos no parecen tan locos y los sabios no parecen tan sabios.
Arturo Meza es un loco, pero también es un profeta que hila complejos tapices con hilos de plata alquímica.
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