Se les conoce también como cultos o devociones populares, animitas (en Sudamérica) o formas de sincretismo religioso. Los Santos populares no tienen ese reconocimiento formal por parte de la Iglesia Católica, pero son objeto de veneración y devoción por un contingente cada vez mayor de personas.
Una canonización formal y reconocida por la Iglesia Católica, se realiza por medio de la Congregación para las Causas de los Santos, que estudia los milagros, martirio y virtudes heroicas de personas ejemplares a las que considera Siervos de Dios, para con base en esos resultados proponer que sean canonizados o beatificados por el Papa, esto es, declarados como ejemplos de virtud y fe, dignos de ser tomados como ejemplo de vida cristiana y veneración (texto completo).
De acuerdo con la constitución Divinus Redemptoris Magister "Desde tiempos inmemorables la Sede Apostólica propone a la imitación, veneración y a la invocación a algunos cristianos que sobresalieron por el fulgor de sus virtudes."
Durante los primeros siglos del cristianismo los santos eran aclamados después de su muerte por el pueblo (vox populli), la mayoría de aquellos primeros santos recibían ese reconocimiento por morir en el martirio tras haber permanecido fieles a su fe.
A partir del siglo V los obispos tomaron la responsabilidad de declarar la santidad de una persona y asignar un día para conmemorarla, generalmente el día de su muerte. El primer hombre que fue declarado santo por el Papa fue Ulric de Ausburg en 993, por el Pontífice Juan XV. El proceso fue formalizado en el siglo XIII por Gregorio IX y en 1588 se creó la Congregación para las causas de los Santos (Jordi Rovero).
Ajenas a ese procedimiento, las devociones populares comienzan como rumores que lentamente crecen hasta transformarse en imágenes y lugares de veneración. La mayoría de estas devociones son personas que murieron en circunstancias dramáticas, con frecuencia fueron víctimas de una injusticia y algunas de ellas sacrificaron su vida para salvar a otras. Son los casos de La Difunta Correa y Lázaro Blanco .
Algunas devociones más son resultado del sincretismo entre las religiones prehispánicas o africanas y el cristianismo. La Santa Muerte, en México, San La Muerte en Perú y prácticamente todo el panteón Yoruba están a medio camino entre los cultos antiguos, que se niegan a desaparecer y un catolicismo que no siempre recurrió al convencimiento durante la época colonial. De la misma forma que un católico convencido difícilmente cambiaría su fe, los paganos más fieles conservaron sus dioses originales, aunque muchas veces de manera secreta y otras disfrazándolos como santos del panteón católico.
La Difunta Correa, venerada en Argentina y Chile fue una mujer (Deolinda Correa) que decidida a permanecer al lado de su esposo, enviado a combatir en la guerra, cruzó el desierto con su hijo en brazos, pero murió de hambre y sed. Fue hallada por un grupo de jinetes, liderados pro el comisario del pueblo cercano, quienes descubrieron que aún muerta amamantaba a su hijo. Algunos deicen que su hijo creció y murió ya mayor, otros que murió muy pronto y fue enterrado al lado de su madre. La tumba de la Difunta Correa se convirtió rápidamente en lugar de peregrinación, principalmente por camioneros.

De Jesús Malverde se cuenta que decidió hacerse bandido tras ver a sus padres morir de hambre. Asoló el norte de México a principios del siglo XX y repartía sus botines entre los pobres. Herido en un encuentro con la policía y atacado por la gangrena, encargóa sus compañeros que lo entregaran para cobrar la recompensa y repartirla entre lospobres. Una vez capturado, se le condenó a morir en la horca, en donde su cuerpo permaneció pues el gobierno había prohibido que se le diera sepultura por ser un forajido. Cuando la cuerda se pudrió y el cadáver cayó, se hizo costumbre entre la gente de la región acercarse al cadáver y arrojarle una piedra. Así no se arriesgaban a ser castigados, pues seguían cumpliendo la orden de no sepultarlo y al mismo tiempo cubrían lentamente el cadáver con una piedra por persona. Se le atribuye la protección de las personas que cruzan ilegalmente a EEUU y de las personas que viven fuera de la ley.
La devoción por los bandidos generosos, al estilo de Robin Hood se extiende también a Pancho Sierra, Santos Guayama y Lázaro Blanco en el Sur de América, mientras que en el norte, además de Jesús Malverde, se venera a Juan Soldado y Pancho Villa. El carácter de protector de los pobres es compartido por San Judas Tadeo, quien sí pertenece al santoral católico pero recibe una veneración particular en el centro de México. Algunos historiadores atribuyen el culto a San Judas una visión de Santa Brígida, aunque otros creen que es una confusión con el Mártir Tadeo, que Murió en Persia junto a San Simón.

Los cultos populares continúan en crecimiento a pesar de la oposición de la Iglesia Católica. Entre las explicaciones es posible mencionar una evangelización defectuosa, por parte de párrocos más interesados en administrar sacramentos que en enseñar la fe; el resurgir del paganismo una vez que la religión católica perdió la exclusividad formal y legal en muchos países, así como la necesidad de sentir que hay un contacto más directo entre las personas y lo sobrenatural (frente a la doctrina que coloca a la Iglesia como única mediadora) podrían ser algunas de las causas principales de esta proliferación de veneraciones.
Un aspecto adicional, que puede no agradar a los devotos de estos cultos es el hecho de que en su mayoría no exigen un comportamiento honorable, el cumplimiento de las leyes divinas (los diez mandamientos) y humanas y a veces ni siquiera exige pasar pro una proceso de iniciación para recibir los favores de las divinidades populares. Mientras las iglesias protestantes requieren de una vida disciplinada para alcanzar el favor divino, el judaísmo exige fidelidad y el catolicismo considera el conocimiento de una teología más o menos amplia, los cultos populares prometen el favor divino a cambio de muy poco.
Finalmente, se equivocarían quienes piensen que los cultos populares son exclusivos de América. Entre los más famosos, San Guinefort es oficialmente rechazado por el catolicismo y San Jorge, el patrono de Inglaterra es considerado una leyenda por la Iglesia Católica y pertenece a un grupo de Santos venerados desde la Edad Media cuya existencia actualmente se pone en duda.
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