viernes, 16 de noviembre de 2012

El mayor problema de la juventud.


El mayor problema de la juventud no son las adicciones ni el desempleo. El verdadero problema de la juventud es que se le considera un problema.

Para el INEGI los jóvenes son la población que tiene entre 15 y 26 años de edad, este grupo constituye la tercera parte de la población mexicana y crece a un ritmo lento, pero sostenido, de manera que en el Censo de población y vivienda 2010 se contabilizaron 2.5 millones de jóvenes (.085% anual) más que en el de 2000 (INEGI: 2011). 

Varios son los desafíos que enfrentan los jóvenes: el acceso a oportunidades de educación, empleo y esparcimiento saludable, así como su incorporación a los servicios de salud y vivienda están determinados por factores complejos. 

Las condiciones del mercado son adversas para ofrecer educación, entretenimiento cultura o educación a alcance de la mayoría de las familias y son aún más duras para los jóvenes, a pesar de que gobierno e instituciones privadas desarrollan diversos programas de becas. Integrar a los jóvenes a los programas públicos de salud y vivienda es un reto que depende de otro probablemente mayor, el de brindarles oportunidades de empleo formal y estable. 

Así las cosas, el desempleo y el sub-empleo, las oportunidades educativas y formativas que son insuficientes para un sector que comprende casi 30 millones de mexicanos y las dificultades económicas, logísticas y estratégicas que implica ofrecer horizontes de desarrollo son problemas que no vienen solos. Desocupación, delincuencia, adicciones, pobreza, incapacidad para incorporarse al mercado laboral, son fenómenos que se ligan a la falta de oportunidades y atención a los jóvenes que hacen ver a este grupo de edad como un problema por si mismo. 

Hay en las entidades públicas y privadas una marcada incapacidad para entender que los jóvenes pueden generar soluciones, respuestas y oportunidades para atender los problemas de su propio grupo y de la sociedad en su conjunto. 

Entre las instituciones, la Iglesia proclama la creación de nuevos jóvenes, a quienes considera detonantes del desarrollo económico, sin dar detalles de cómo podrían impulsar la economía sin oportunidades laborales o de inversión. Para los partidos políticos los jóvenes son promotores eficaces en épocas de campaña, pero están prácticamente ausentes de sus propuestas de gobierno y órganos directivos internos. Para el gobierno, los jóvenes son destinatarios de un discurso que asegura estar preocupado por ellos, pero no traduce su preocupación en acciones concretas más allá del otorgamiento de becas. 

Hay un profundo desconocimiento de la realidad de los jóvenes: no solamente representan la tercera parte de la población, ellos son el sector más dinámico del mercado laboral y el mismo tiempo el más vulnerable. Se considera a los jóvenes como personas sin experiencia a pesar de que entre ellos hay veteranos con diez años de experiencia; se les considera también como irresponsables y perezosos a pesar de que se les asignan los empleos físicamente más demandantes y peor pagados, se les considera, además, como un grupo de delincuentes y vagos en potencia a pesar de que en este grupo de edad se forma medio millón de nuevas familias cada año (INEGI 2008). 

A pesar de su relevancia, los jóvenes son considerados más como un problema que como un remedio. Los partidos y la clase política en general se sirve de su entusiasmo y energía para las campañas electorales pero evita incluirlos en sus propuestas y proyectos. Sólo el 20 por ciento de los legisladores tiene menos de cuarenta años y entre ellos muchos son hijos o nietos de políticos destacados. La clase política mexicana está envejecida, prácticamente no incorpora nombres y rostros nuevos desde la época de la transición. 

Las políticas públicas y las leyes consideran a la juventud como un grupo vulnerable al cual se han de destinar subsidios, pero no como un sector estratégico para el desarrollo. En realidad, las reformas más urgentes incluyen la posibilidad de incorporar nuevos rostros a la política, promover un relevo generacional en los partidos, gobierno y órganos de representación. 

En lo laboral, la inclusión de los jóvenes exige cambiar las condiciones para relevos generacionales en las plantillas de trabajadores sindicalizados, además de ofrecerles garantías de seguridad social en los trabajos considerados de confianza y garantizar los derechos laborales para las formas emergentes de contratación, como el teletrabajo y el outsourcing
En lo social, es necesario considerar que los jóvenes no son una extensión de la infancia, sino el comienzo de la vida adulta: los jóvenes no tendrán el país en sus manos, lo tienen ya. Ellos crean, trabajan, inviertesn y generan empleos, forman familias, tienen hijos, consumen y votan: los jóvenes no son el futuro, sino el presente.

Pero si no se invierte en el presente no podemos esperar un buen futuro. El mayor problema de la juventud es creer que la juventud es un problema. 



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