Esto del matrimonio e hijos es una farsa, una equivocación, un salto en el vacío por lo absurdo y contradictorias que pueden ser nuestras vidas.
Es un invento del demonio mantener dos seres totalmente diferentes bajo un mismo techo. La familia es cruel, traidora y decepcionante. Los hijos son malagradecidos, impíos y vacuos.
Ellos (nosotros también) son (somos) un producto de un error, de una pasión inútil y mal lograda que lo llaman "amor" cuando no es otra cosa que el instinto más bajo y grotesco de los humanos.
La mujer es una cosa monstruosa, incluso para ella misma. Ella misma no se tolera en los días de su regla. Su mismo cuerpo la repele con ese olor fétido de sangre marchita. Ese dolor que le hace recordar que es una escoria y un enigma de la naturaleza. Y toda ella es repelente para el hombre en esos días. Por eso antes se le consideraba impura.
Por estos mismos cambios la hacen la loca de la casa. la maniática, la perfeccionista, la ambiciosa, la vanidad pura. Por eso reclama honores y placeres nunca y jamás satisfechos por un hombre ni por un humano. Por que ella se considera digna de todo esto pero nunca es suficiente. Siempre es poco para quien la quiere complacer. Esto trae melancolía y tristeza en el hombre.
Le hace vulnerable, frágil e insuficiente para cualquier mujer, y asimismo lo convierte en un ogro, en un monstruo y en un dragón que sale de su cueva sólo para asustar y amedentrarla.
Y con esto a los hijos también. En ellos recae toda esta furia acumulada entre los padres para hacerle miserable su corta vida. El hijo se pregunta por qué a mí, y al no encontrar respuesta se refugia en la maldad pura, en la ingratitud, en la discordia y rebeldía. Pero esto él mismo lo padece y como consecuencia de sus padres sufre en soledad, y llora su desgracia.
La monotonía, el aburrimiento y la depresión carcomen lentamente el alma de quien padece esta soledad. El estar encerrado en sí mismo le provoca un desdén y una desdicha que llora su alma internamente sin encontrar esperanza.
Lo cotidiano, lo pasajero se vuelve una carga, un pesar, una obligación. Hasta el comer, el beber, el dormir y el convivir con el otro se convierten en monotonía.
Por eso se comienza a buscar lo grotesco, lo vulgar y hasta lo rancio. Para probar nuevos sabores, nuevas texturas, nuevas sensaciones que asquean el alma. que lo hacen su amo.
Siente hastío de sí mismo. todo le aburre. todo le fastidia. todo le atormenta. todo le provoca sopor, alienación, enajenación. todo le es ajeno,discordante.
Se siente como un extranjero en su propio sitio y solo ansía morir. Pero como esto también le es imposible y debe seguir viviendo, decide dejar morir lentamente su alma, su espíritu, sus ilusiones, sus pasiones, y todo aquello que lo llevó a tomar decisiones en su juventud, decide arrepentirse y pagar por todos sus errores... con pequeñas dosis de amargura, resentimiento y dolor.
Divine Harrison
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