Los Dioses de la muerte son también Dioses de la vida.
La historia de la civilización comenzó en las tierra del
Norte de África y la
Medialuna fértil, sujeta a los ciclos estacionarios y las crecientes de los ríos. La naturaleza florecía, moría y resucitaba de nuevo año con año.
Tammuz, el Dios de la fertilidad de
Babilonia descendía al inframundo durante la mitad del año y volvía a la tierra en el equinoccio de otoño. Su culto traspasó los milenios a través de pueblos como los
sumerios y los griegos, quienes lo conocieron como
Adonis.
La hermosa
Ereshkingal y
Nergal y son la pareja de dioses que gobernaron el inframundo para los sumerios y los
acadios. A pesar de que Nergal es un Dios de destrucción y enfermedad, al lado de Ereskhingal protagoniza una historia de amor, con desdichas, alegrías y un grato desenlace.
Anubis fue el Dios egipcio que resucitó a Osiris y le ayudó gobernar sobre los Dioses. Anubis fue el
Señor del inframundo que presidía el juicio de los muertos y hacía efectivos los sortilegios amorosos. Si cabeza era negra, el color de la tierra fértil, la putrefacción y la resurrección.
Los
Persas no veneraban al Señor de la muerte y la destrucción, pues lo consideraban enemigo de
Omruz y de todo lo bueno. A pesar de odiarle, los persas consideraban que los eventos cíclicos en la naturaleza (noche-día, putrefacción-fertilidad, muerte-nacimiento...) provenían de la lucha entre el bien (la vida) y el mal (la muerte). Algunos sacerdotes creían que el Señor del mal había sido creado para aumentar la gloria del Señor del bien y que éste contara con un enemigo al cual combatir. Le llamaban Mamira para evitar pronunciar su
verdadero nombre. Para los Persas era claro que la muerte no representaba un final, sino un principio,
pues creían en la vida después de la muerte y en la victoria final de Omruz.
Hades y
Perséfone gobernaban el
Inframundo y sus distintas regiones (los
Campos elíseos y el
Tártaro). Hades no era la
Muerte, sino el señor de los muertos, por lo que no se consideraba malvado o cruel, auqnue se temía al destino que él representaba. Perséfone, su consorte, pasaba la mitad del año en el Erebo y el ciclo de sus estancias entre el cielo y el inframundo daba origen al ciclo de las estaciones: cuando Perséfone acompañaba a su esposo la tierra moría y llegaba el invierno; cuando se apartaba de él, la vida florecía de nuevo y comenzaba la primavera.
Los
celtas veneraron a
Morrigan, Diosa de la Guerra, la destrucción y la fertilidad. Morrigan tiene tres personalidades: virgen, madre y viuda y es señora tanto de la muerte como del amor, de la guerra y de la resurrección, de la violencia y de la pasión. Algunos historiadores consideran que el origen de Morrigan está en el culto a
Anu, uno de los más antiguos de los que se tenga conocimiento, aunque en el ocultismo se considera que Morrigan es
Lilith.
Existen algunas semejanzas entre Morrigan y
Freyja la Diosa escandinava del amor, la fertilidad, los partos, además de la guerra y la muerte.
Odín era el Dios de la muerte gloriosa y los guerreros que caían combatiendo podían asistir a su banquete. También para ellos la muerte representaba un comienzo.
También los aztecas creían en un
Inframundo gobernado por una pareja:
Mictlantecíhuatl y Mictlantecuhlti. para los el Mictlán no era el único
destino de los muertos, pues si éstos caían en batalla podían tomar el C
amino de sol o si morían al nacer podían ir al
Chichihuacauhco.
Finalmente, para los cristianos la muerte es una ausencia de Dios que deriva de la desobediencia que aparta a los humanos de la gracia.
Para la teología católica en particular, lo que conocemos como muerte es en realidad un estado temporal que corresponde a la espera del juicio final, cuando los hombres y mujeres de todos los tiempos se levantarán de sus tumbas para ser juzgados.