¿Qué es Dios? Esta es la pregunta que hace el director Peter Rodger a líderes religiosos y espirituales, estudiosos de la religión y estrellas del espectáculo en un recorrido alrededor del planeta y a través de las religiones más extendidas, como el Islam, el Cristianismo, el Budismo y el Hinduismo.
El resultado es el documental 99 minutos en el Cielo (Oh My God! en inglés) que por medio de una edición inteligente (aunque no siempre eficaz) ofrece un recorrido repleto de paisajes imponentes, imágenes emblemáticas y opiniones expertas que nos permite ver más allá de lo cotidiano y de lo que comúnmente dicen unas religiones de las otras y, sobre todo, nos ayuda a ir mucho más a fondo de lo que muestran los medios de comunicación.
Oh My God! es más que un paseo virtual: las opiniones y el conocimiento que recoge de numerosos de teólogos, lamas, rabís, imanes y otros líderes religiosos da un atisbo de lo lejos que estamos de entender las diversidad religiosa como formas de diversidad y creación cultural (por ahí sale la respuesta simplista de que la religión es el opio del pueblo), pero sobre todo, ofrece numerosas respuestas, reflexiones y sorpresas.
En el transcurso del documental la pregunta de qué es Dios recibe respuestas menos distintas de lo que uno esperaría y con frecuencia muy humanas: "Dios está en las relaciones entre las personas"; "Dios es el espacio (que une o que separa y todo lo que en él cabe) entre dos personas"; "Si quiero ver a Dios manifestarse me basta con sacar esto (las fotografías de su esposa y sus hijos)"; "Las grandes obras del ingenio humano también son expresión de Dios"; "Dios no tiene nada que ver con las religiones"...
Oh My God! es un documental lleno de respuestas, de opiniones y de maneras de ver la religión; entre todas ellas, las más impactantes son las que muestran que las guerras y los conflictos religiosos son más un asunto de políticos oportunistas que de verdaderos líderes espirituales. Hay un diálogo entre un judío y un musulmán en el que se afirma: "la clave de todo esto es entender que ni él ni yo somos representantes de Dios. Nadie es representante de Dios".
Estoy de acuerdo. Dios no necesita representantes; basta abrir los ojos y los oídos para conocerlo en persona.
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