La democracia es imperfecta. De qué sirve que nos garantice libertad de asociación, prensa y asociación, si al final, en su parte más importante, las decisiones se toman por los votos de todos y lo mismo vale el voto de un pobre que de un rico, de un intelectual o un ignorante.
¿Acaso no debería valer más el voto de alguien que se preocupa por los pobres que el de alguien que sólo se interesa en tonterías como la estabilidad económica? ¿No debería valer al menos el triple el voto de un académico con posgrado que el de una persona sin preparación? ¿No deberíamos tomar mas en cuenta el voto de un líder sindical que el de un egoísta empresario? Lo peor es que semejante método puede permitir resultados indeseables; por ejemplo, que gane un candidato poco patriota, o deshonesto, o uno fortalecido por campañas en televisión y no apoyado por una trayectoria cercana a la gente.
Así pues, las multitudes pueden ser engañadas y elegir a una persona inadecuada, con la complacencia de las autoridades electorales. Los electores pueden equivocarse y con ello traicionar al pueblo; una elección así es indudablemente fraudulenta, por que se trata de algo que desafía a la razón, a la inteligencia y a la moral.
¿Como podemos combatir un peligro tan grande? Muy simple, si el fuego se combate con fuego,
combatamos el fraude con fraude: si los electores inconscientes o ignorantes pretenden imponer a un mal candidato, por el bien de la república y de nuestro futuro carguemos un poco los dados para que gane el mejor; la democracia no debe ser traicionada.
Hay varias formas de intentarlo: podríamos convencer a Presidente de la República para que él haga lo necesario, o convencer al presidente del Instituto Federal Electoral... si cualquiera de ellos se resiste, tal vez los magistrados del Tribunal electoral sean personas más razonables.
Lo que no podemos permitir es que la realidad se siga equivocando... eso nunca más.
¿Acaso no debería valer más el voto de alguien que se preocupa por los pobres que el de alguien que sólo se interesa en tonterías como la estabilidad económica? ¿No debería valer al menos el triple el voto de un académico con posgrado que el de una persona sin preparación? ¿No deberíamos tomar mas en cuenta el voto de un líder sindical que el de un egoísta empresario? Lo peor es que semejante método puede permitir resultados indeseables; por ejemplo, que gane un candidato poco patriota, o deshonesto, o uno fortalecido por campañas en televisión y no apoyado por una trayectoria cercana a la gente.
Así pues, las multitudes pueden ser engañadas y elegir a una persona inadecuada, con la complacencia de las autoridades electorales. Los electores pueden equivocarse y con ello traicionar al pueblo; una elección así es indudablemente fraudulenta, por que se trata de algo que desafía a la razón, a la inteligencia y a la moral.
¿Como podemos combatir un peligro tan grande? Muy simple, si el fuego se combate con fuego,
combatamos el fraude con fraude: si los electores inconscientes o ignorantes pretenden imponer a un mal candidato, por el bien de la república y de nuestro futuro carguemos un poco los dados para que gane el mejor; la democracia no debe ser traicionada.
Hay varias formas de intentarlo: podríamos convencer a Presidente de la República para que él haga lo necesario, o convencer al presidente del Instituto Federal Electoral... si cualquiera de ellos se resiste, tal vez los magistrados del Tribunal electoral sean personas más razonables.
Lo que no podemos permitir es que la realidad se siga equivocando... eso nunca más.
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