lunes, 1 de noviembre de 2010

DÉCIMA MUERTE



¡Qué prueba de la existencia

habrá mayor que la suerte               
de estar viviendo sin verte 

y muriendo en tu presencia!

Esta lúcida conciencia

de amar a lo nunca visto

y de esperar lo imprevisto;

este caer sin llegar               
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.





Si en todas partes estás,

en el agua y en la tierra,

en el aire que me encierra

y en el incendio voraz;

y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento               

y en mi sangre confundida

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

              


Si tienes manos, que sean

de un tacto sutil y blando 

apenas sensible cuando

anestesiado me crean;

y que tus ojos me vean

sin mirarme, de tal suerte

que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,

para no sentir un goce

ni un dolor contigo, Muerte.

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,

por las misteriosas vetas

de troncos recién cortados


te ven mis ojos cerrados

entrar en mi alcoba oscura

a convertir mi envoltura

opaca, febril, cambiante,
luminosa, eterna y pura,

en materia de diamante.

            

              
No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada

tu voz que silencios vierte,

para que al tocar la nada               

que envuelve tu cuerpo yerto,

para que a tu olor desierto

pueda, sin sombra de sueño,
saber quede ti me adueño,
sentir que muero despierto.



La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,

todo cabrá en un instante

del espacio verdadero

que, ancho, profundo y señero,

será clásico a tu paso

de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible acaso,
vivir después de haber muerto.


En el roce, en el contacto,

en la inefable delicia

de la suprema caricia

que desemboca en el acto,

hay el misterioso pacto

del espasmo delirante               
en que un cielo alucinante

y un infierno de agonía 

se funden cuando eres mía

y soy tuyo en un instante.


Hasta en la ausencia estás viva:

porque te encuentro en el hueco

de una forma y en el eco               

de una nota fugitiva;

porque en mi propia saliva

fundes tu sabor sombrío,


y a cambio de lo que es mío

me dejas sólo el temor

de hallar hasta en el sabor


la presencia del vacío.


Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo;
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;

si mi muerte te da vida

y goce mi frenesí

¡qué será, Muerte, de ti

cuando al salir yo del mundo,

deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?


En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida

y poner fin a mi vida

con una palabra inerte.

¡Qué puedo pensar al verte,

si en mi angustia verdadera

tuve que violar la espera;
si en la vista de tu tardanza

para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!



              






*Todas las ilustraciones pertenecen a los mazos que publica Tarotistas.com
              

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